Como cada año, el papa Francisco nos acaba de enviar un mensaje para esta Cuaresma. En él nos invita a iniciar el camino cuaresmal a la luz de la contemplación de un momento muy importante de la vida del Señor: la Transfiguración de Jesús.
El Evangelio de la Transfiguración de Jesús se proclama en el segundo domingo de Cuaresma y el papa Francisco nos propone tomar este Evangelio como guía para nuestra experiencia de preparación para la Pascua.
En la Transfiguración de Jesús vemos la respuesta que el Señor dio a sus discípulos cuando estos manifestaron incomprensión hacia Él. Pocos días antes de este episodio, se había producido un auténtico enfrentamiento entre el Maestro y Pedro, quien había rechazado de plano su anuncio de la pasión y de la cruz. Ahora, seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte, a un monte elevado, y les mostró su gloria. También el Señor nos toma a nosotros consigo en este tiempo litúrgico y nos lleva a un lugar apartado. En Cuaresma se nos invita a los cristianos «a subir a un monte elevado» junto a Jesús para vivir juntos una experiencia particular de ascesis.
La Cuaresma es un tiempo de ascesis, es decir, de entrenamiento espiritual y físico para el seguimiento de Jesús, sobre todo, para superar nuestras faltas de fe y nuestras resistencias a seguirle en el camino de la cruz. A los apóstoles les costó mucho aceptar el camino de la cruz que el Señor les propuso y a nosotros nos pasa lo mismo. Es necesario que aceptemos este camino, un camino cuesta arriba, que requiere esfuerzo, sacrificio y concentración.
Dice el Evangelio de la Transfiguración que Jesús «se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandeció como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz» (Mt 17, 2). El Señor les anticipa a los discípulos el final del camino, la meta. Al final de la subida, en la cima del monte, a los tres discípulos se les concedió la gracia de ver a Jesús en su gloria, resplandeciente de luz. También el camino de la Cuaresma que la Iglesia nos invita a recorrer nos llevará a la gloria de Cristo Resucitado en la que nosotros tenemos la firme esperanza de participar.
El camino ascético cuaresmal, nos dice el papa Francisco, tiene como meta una transfiguración personal y eclesial. Una transformación que tiene su modelo en la de Jesús y se realiza mediante la gracia de su misterio pascual. En orden a alcanzar este objetivo en la Cuaresma de este año, el papa nos propone dos caminos a seguir para ascender junto a Jesús y llegar con Él a la meta.
El primero se refiere al imperativo que el Padre dirigió a los discípulos en el monte Tabor, mientras contemplaban a Jesús transfigurado. Una voz desde la nube les dijo «Escuchadlo». La primera indicación es escuchar a Jesús. La Cuaresma, nos dice el papa, es un tiempo de gracia en la medida que escuchamos al Señor. Y el señor nos habla, sobre todo en la Palabra de Dios, que la Iglesia nos ofrece en la liturgia. Por eso, nos invita a participar en la misa y, si no podemos, a meditar las lecturas bíblicas de cada día, incluso con ayuda de internet. Además de hablarnos en las Escrituras, el Señor lo hace a través de nuestros hermanos y hermanas, especialmente en los más necesitados.
El segundo camino para seguir a Jesús que nos recomienda el papa para esta Cuaresma es luchar contra nuestros miedos para afrontar la realidad con sus fatigas cotidianas, con sus dificultades y contradicciones. Al escuchar la voz del Padre, «los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: “Levantaos, no tengáis miedo”. Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo» (Mt 17, 6 – 8). No podemos refugiarnos en una religiosidad hecha de acontecimientos extraordinarios, de experiencias maravillosas, sino que hemos de perder el miedo a la realidad de cada día para seguirlo «a Él solo».
Con su mensaje para esta Cuaresma, el papa Francisco nos invita a vivir este tiempo como una fuerte experiencia de sinodalidad. Aunque, a veces, el proceso sinodal parece un camino arduo y nos puede desalentar, hemos de vivirlo con empeño y constancia. Lo que nos espera al final será algo maravilloso y sorprendente, que nos ayudará a comprender mejor la voluntad de Dios y nuestra misión de creyentes.
Invito a todos los fieles de nuestra diócesis de Tui-Vigo a compartir juntos este camino de la Cuaresma en comunión con toda la Iglesia. Pido especialmente a nuestros sacerdotes y catequistas que pongan el mayor empeño en convocar a nuestras parroquias y comunidades cristianas a la gracia de la conversión y a la acogida gozosa de la misericordia divina. Así, caminando sinodalmente en la experiencia de la conversión, podremos celebrar llenos de alegría y gozo la fiesta de la Pascua de Resurrección.
Unidos en la fe y la oración.
+ Luis Quinteiro Fiuza,
obispo de Tui-Vigo