13 de octubre de 2024

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Santo Teófilo
13 de octubre de 2024

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Santo Teófilo

Carta programática para el curso 2024-2025

Carta programática para el curso 2024-2025

Queridos hermanos y hermanas:

Cuando iniciaba mi ministerio pastoral, os invitaba a soñar, y decía que os necesitaba a todos. En el inicio de curso, cuando en las delegaciones, parroquias y grupos estamos programando objetivos y acciones, os repito esta invitación. Me gustaría que viviéramos esta nueva etapa soñando juntos, con realismo, buscando caminos ilusionantes por los que ser fieles al mandato del anuncio del Evangelio a todas las personas. Mi intención en este curso es, primeramente, iros conociendo poco a poco. Saber quiénes sois, en dónde estáis construyendo Iglesia, cuáles son vuestras dificultades, gozos y esperanzas; me gustaría por tanto empezar visitándoos, escuchándoos, conociendo los retos y uniéndome a todo lo que en los últimos tiempos y planes diocesanos estáis haciendo.

El papa Francisco nos invitaba en la Evangelii gaudium, publicada hace ya diez años, a vivir la gozosa alegría que nace del encuentro personal con Cristo, encuentro dirigido a todos sin excepciones, y nos alentaba a anunciar con renovada pasión el inmenso amor de Dios manifestado en Cristo Xesús, muerto y resucitado para nuestra salvación (Cf. EG 8-11).

Acaso pensamos que el mundo actual es impermeable a esta Buena Noticia. Eso puede llevarnos al desánimo; pero quiero recordar aquellas palabras que Simón le dijo al Señor: pasamos la noche faenando y no hemos cogido ni un solo pez, pero ya que tú lo dices, largaré las redes (Lc 5,5).

Necesitamos seguir echando las redes, saliendo de una pastoral de mera conservación a una decididamente misionera, aunque eso suponga romper con las rutinas, quitar actitudes e inercias que la obstaculicen, y ponernos en modo “búsqueda”. Sé lo difícil y cansado que puede llegar a ser, pero somos invitados a salir de las propias comodidades y atrevernos a llegar a todas las periferias que precisan la luz del Evangelio (Cf. EG 20). No podemos demorarnos más; este es el tiempo, el ahora en el que todos los esfuerzos son necesarios, cada cual desde sus capacidades, fuerzas y situaciones.

Estamos en un proceso sinodal en toda la Iglesia. La sinodalidad es la manera de vivir y obrar de una Iglesia, Pueblo de Dios, que manifiesta y realiza en concreto su ser comunión en el caminar juntos, en el reunirse en asamblea y en la participación activa de todos sus miembros en la misión evangelizadora (Cf. La sinodalidad en la misión de la Iglesia, 6). Tenemos ahí, en el mes de octubre, la nueva Sesión del Sínodo en Roma, que nos ofrecerá más pistas para seguir caminando. En nuestra diócesis vivimos ya desde hace tiempo en este estilo. Todos recordamos la celebración del Sínodo diocesano que nos interpelaba con su invitación Despierta y camina y con la palabra del Señor que dice: Rema mar adentro y echa las redes para pescar (Lc 5,4). Tenemos que seguir acogiendo lo que el Espíritu nos vaya sugiriendo, acompañando el proceso sinodal de toda la Iglesia, pero también retomar las indicaciones y caminos descubiertos, bien actuales, de nuestro Sínodo diocesano. No podemos dejar que las Constituciones, voz del Espíritu y reflejo de un trabajo serio y comprometido, queden solo en el recuerdo de nuestra Iglesia.

Para que los sueños no sean solo una ilusión es preciso seguir ahondando en la conversión pastoral y sinodal. Cristo nos llama a una perenne reforma: de los corazones, mentalidades y proyectos, del estilo pastoral en las parroquias y comunidades, de las estructuras eclesiales. Tenemos que hacerlo juntos, contando con todos, incluso con los que están lejos de nosotros, y abriéndonos a todos: somos una Iglesia en salida y con las puertas abiertas (Cf. EG 46); con cicatrices, pero madre; llena de barro, pero viva. Nadie se puede sentir fuera, y menos rechazado. Como decía Benedicto XVI: tenemos que llegar a todos sin excepción, privilegiando siempre a los más pobres (Discurso en la Catedral de Brasil, marzo 2007).

Esta conversión tiene que reflejarse en el compromiso de vida vocacional. Todos somos llamados por el Señor a seguirlo, a descubrir la manera concreta de materializar este seguimiento. Estamos a las puertas del Jubileo 2025 donde una vez más podremos agradecer el don de Cristo hecho por el Padre y la esperanza que el Señor trae a todos. Tendremos que concretar cómo unirnos a esta celebración de la Iglesia; desde ahora ya en la oración y en ser profetas de esperanza, como nos dice el Papa. También celebraremos en la Iglesia española el Congreso de Vocaciones, donde ahondaremos en nuestras vidas como respuesta a la llamada del Señor y a la necesidad de crear una cultura vocacional que impregne toda nuestra pastoral.

La conversión también tiene que materializarse en nuestro estilo y organización. Cada vez más necesitamos caminar y trabajar juntos, simplificando las estructuras diocesanas y parroquiales, reforzando la implicación de todos, especialmente de los seglares, en la vida de nuestra Iglesia, en los diferentes Consejos diocesanos y en los Consejos parroquiales (pastoral y economía) que seguiremos creando y potenciando. Nuestro trabajo tiene que ser cada vez más en red, colaborando todos: delegaciones que lleven adelante proyectos en común; comunidades y parroquias que se unan para un mejor y más efectivo trabajo pastoral, potenciando la creación y afianzamiento de Unidades Pastorales… sabiendo que en este cambio de época que vivimos, la misión ha de ser compartida; ya no vale eso de ir por libre o encerrarse en el propio contorno. Es importante contar con los más jóvenes: la juventud es el futuro pero también el presente. La promoción de una idónea cultura vocacional puede ayudar a toda la comunidad cristiana, especialmente a los más jóvenes, a buscar canales para el compromiso real, efectivo y afectivo, de la fe.

Tenemos que impulsar el primer anuncio, el acompañamiento y la apertura de un voluntariado abierto a nuevas realidades que desde una seria y honda formación y experiencia personal de encuentro con el Señor, lleve adelante su labor. Las iniciativas formativas diocesanas como Ágora, el Aula de Teología, la formación permanente de los agentes de pastoral, tienen que ser una oportunidad para saber dar razón de nuestra fe, hacerlo con calidad y pensando en los servicios y ministerios que cada quien puede ejercer en la comunidad diocesana.

No podemos olvidarnos de los más desfavorecidos y débiles la sociedad. La situación política, social, económica y laboral que vivimos es muy incierta y difícil para muchos hermanos y hermanas. Son provocadores los gritos que resuenan a nuestro alrededor y no podemos dejarnos llevar por la indiferencia y mirar para otro lado. Dice el Señor que los pobres siempre estarán con nosotros, y no podemos olvidar que Él se identifica con ellos (Cf. Mt 25). Necesitamos aprender a crear vínculos con los más necesitados, siendo responsables de cada persona y respetando y acompañando sus procesos. Como recoge el Papa Francisco en Fratelli tutti: solo la cercanía que nos hace amigos nos permiten apreciar profundamente los valores de los pobres de hoy, sus legítimos anhelos y su modo propio de vivir la fe. La opción por los pobres debe conducirnos a la amistad con los pobres (FT 234).

La vida de nuestras comunidades debe girar en torno a ese compromiso integral con los más pobres y a un estilo de vida más austero, cercano, fraterno y evangélico. Como decía Santa Teresa de Calcuta, tenemos que amar hasta que nos duela, sabiendo que somos responsables para siempre de ellos. Igual que nos preocupamos por la educación y celebración de la fe, no podemos olvidar nuestro compromiso sociocaritativo. De ahí que nos urja seguir creando y potenciando grupos de Cáritas en todas las parroquias o zonas pastorales, con un voluntariado y estilo renovados.

Diréis que esto no es nuevo. ¡Claro que no! El mensaje final del Sínodo diocesano ya hacía una llamada a no quedarnos al margen, a no caer en la rutina, a no anclarnos en la seguridad del “siempre se hizo así” ni acomodarnos en una falsa “estabilidad”. El papa Francisco habla de la necesidad de ser audaces y creativos en los objetivos, estructuras, estilos y métodos evangelizadores (Cf. EG 33), acompañando con misericordia y paciencia las etapas de cada uno (Cf. EG 44). Todo esto se tendrá que concretar en objetivos y acciones diocesanas, parroquiales, arciprestales; en las delegaciones e institución diocesanas. No podemos caer en el cansancio, derrotismo… este es el momento de faenar juntos, aunque a veces pasemos las noches sin recoger nada. Las delegaciones diocesanas nos ofrecen su programación, y con los distintos consejos diocesanos iremos elaborando un nuevo Plan Pastoral Diocesano, que recogiendo las líneas del Sínodo diocesano y lo que el Espíritu vaya sugiriendo, sea instrumento para continuar en este camino de seguir al Señor y anunciarlo a todos en los próximos años.

Somos Pueblo escogido de Dios, somos tierra de Dios. Él nos dice: No temas; desde ahora serás pescador de hombres (Lc 5,10). Él nos recuerda que a vino nuevo, odres nuevos (Lc 5, 38), que no tenemos que tener miedo (Cf. Mt 28,10), que siempre estará con nosotros hasta el final de los tiempos (Cf. Mt 28, 20), y que Él hace nuevas todas las cosas (Ap 21, 5). De ahí que seamos peregrinos de la esperanza, como proclama el lema del Jubileo 2025, y estemos invitados a vivir siempre alegres en el Señor (Cf. Flp 4,4).

Un nuevo curso, una nueva singladura. Sueños, oportunidades, riesgos e ilusiones. Acompañados por el ejemplo apostólico y la pasión evangelizador de san Telmo, y por el cariño materno e intercesor de María. Agradezco vuestra acogida y toda vuestra labor pastoral. Rezamos y seguimos en el camino juntos.

Vigo, 14 de septiembre de 2024.

Vuestro amigo y hermano

+ Mons. Antonio Valín Valdés

Obispo de Tui-Vigo