Misa estacional
21 de julio de 2024 en la concatedral de Santa María de Vigo
Hermanos y hermanas:
Tras la ordenación episcopal, ayer, en la catedral de Tui, inicio entre vosotros, en esta concatedral, mi ministerio de pastor en esta Iglesia particular. Sé que me incorporo a una Iglesia con mucha historia detrás, mucho compromiso y muchas personas que a lo largo de tantos siglos han escuchado al Maestro de Nazaret y se han entusiasmado con su palabra. El Señor me llama a acompañaros en este seguimiento y a dejarme acompañar por vosotros. Vengo sólo a caminar y vivir con vosotros. Estoy convencido que la Iglesia es madre y familia, en la que nadie queda excluido y todos somos necesarios, imprescindibles. Todos somos llamados a caminar tras el Maestro, a seguir sus huellas allí donde estemos. Somos discípulos misioneros y somos enviados por Él para testimoniarlo, anunciarlo e ir construyendo con otras personas un mundo más pacificado, justo y solidario con los hermanos más vulnerables. Allí donde estemos debemos sentirnos siempre invitados por Aquel que nos ama por ser lo que realmente somos: hijos amados del Padre.
Como pastor desta Igrexa particular teño que ter presente a advertencia que escoitabamos na primeira lectura de hoxe: advertencia aos pastores que dispersan e deixan que se perdan as ovellas, sen preocuparse delas. A miña misión, no medio de vós, é ser enviado a dar a Boa nova aos pobres, curar os corazóns desgarrados, proclamar a amnistía aos cativos, consolar aflixidos, e tamén preocuparme polas ovellas que non son do meu rabaño. O bispo é para todos un pai e un irmán.
Tamén sei que nesta misión apostólica non todo vai ser todo o frutífero que se espera. O Evanxeo que acabamos de escoitar lémbranos a experiencia de misión dos apóstolos, unha misión apaixónate, pero envolta en dificultades e algún fracasos. Cando nos poida a fatiga ou as frustracións, cando non haxa os éxitos que esperamos, somos chamados a reler todo o vivido, discernir o sucedido, acollelo e integralo. Mirar o sucedido desde a mirada do Señor, que axuda a situar as cousas no seu sitio. Isto é o que se nos di no Evanxeo de hoxe de descansar no Señor.
A multitude aprema a Xesús e el, como Bo Pastor, compadécese e ponse a ensinarlles con calma. As necesidades desa multitude son para Xesús e os seus seguidores de calquera tempo, tamén para nós, o criterio de actuación que marca o que hai que facer en cada intre.
O ensino para os discípulos é poñerse ao servizo da multitude necesitada para que Xesús poida chegar a todos. E iso, pese a que se viren os propios plans, as lexítimas necesidades de cadaquén.
Xesús proponnos a todos un novo xeito de descansar: vivir toda a existencia desde o proxecto de amor do Pai, que precisa refacerse no encontro con el e no servizo aos irmáns, vivido non como unha carga ou un traballo ingrato e difícil, senón como o estilo de vida que nos recrea e refai na contemplación vivida do amor.
Ese é o noso descanso: contemplar agradecidamente o que o Señor ven facendo por nós, e acoller tamén os fracasos, no encontro persoal con el, que recompón as pezas da nosa vida para seguir orientándose ao noso ser misión para o Reino.
Ese descanso permite recoñecer a obra de Deus, a súa presenza próxima que acompaña a nosa historia, os signos da súa presenza e Reino. Ese descanso permítenos volver encher a nosa mochila cos novos folgos daquel que se atopou co Señor e ese encontro lle cambia a vida e lle ofrece un ideal, un futuro, un sentido e unha esperanza.
Gracias por acogerme como vuestro hermano y amigo. Gracias por dejarme ser uno más con vosotros. Nos toca sembrar, anunciar, animar en un momento de cambio de época, como nos recuerda tantas veces el papa Francisco. Pero en este cambio de época nuestra misión está en buscar caminos nuevos, enfrentarnos a tantas encrucijadas que nos harán tomar decisiones arriesgadas, creativas para ser fieles a la propuesta que nos hace el Señor.
Cuento con todos vosotros, con todos. Vivimos un momento en el que todas las manos y esfuerzos son necesarios. Nos toca trabajar juntos, en la Iglesia y en las diferentes instituciones de nuestra sociedad, y hacerlo con mirada amplia, aportando cada uno desde su campo y opciones, lo que mejor sabe y puede.
Contad conmigo en todo lo que pueda. Quiero conoceros, escucharos y caminar con vosotros. Cuando escribí mi saludo a la diócesis os pedía paciencia: ayudadme a ser pastor, enseñadme a ser pastor.
Agradezco vuestra presencia hoy aquí, sé que no es fácil en un día de fiesta y en pleno verano. Gracias a todas las autoridades que nos habéis acompañado en esta celebración: me pongo a vuestra disposición y cuento con todos en este trabajo común de buscar una mejor y mayor dignidad de nuestros hermanos, especialmente de aquellos que viven en vulnerabilidad.
Invoco en esta tarde al Señor de la Victoria. A Él me confío y en Él espero. Él es el camino, la verdad y la vida. Es el Señor del tiempo y de la historia. Me pongo en sus manos y os pongo a todos ante Él en esta nueva etapa que iniciamos. Pido también la intercesión de nuestra Madre, la Virgen María que nos acompaña siempre como Madre y que nos indica delicadamente: haced lo que Él os diga.
Irmás e irmáns, que o amor de Cristo, o Señor, arda e apreme dun xeito novo neste momento que estamos a vivir e nos leve a ser discípulos misioneiros cun alento e folgos novos. Amén.
+ Mons. Antonio Valín Valdés
Bispo de Tui-Vigo