Mensaje para el Día del Seminario
Un año más, celebramos el Día del Seminario, y lo hacemos en el marco del Año Jubilar que toda la Iglesia está celebrando invitándonos a la esperanza que no defrauda (Rom 5,5).
La esperanza siempre es sorprendente porque nos lleva a confiar en todo momento y ocasión en un futuro mejor, a creer en las posibilidades que tiene cada uno, aunque hayamos sufrido decepciones o nos haya tocado pasar por caminos oscuros. Quien tiene esperanza es capaz de ilusionarse, mirar hacia delante, buscar siempre lo positivo.
El papa Francisco nos pedía que viviesemos este Jubileo con signos tangibles —bien concretos— de esperanza. Un gesto de esperanza se da cuando uno se plantea a cuestión «¿para quién son yo?» y lo hace pensando en los demás. Cada uno va descubriendo a ese Dios que le sale al paso, que le provoca con un estilo de vida concreto, y que le llama a seguirlo, haciendo de su vida una ofrenda para los demás. Cada uno es vocacionado a ser agente de transformación del mundo y de la Iglesia.
El Día del Seminario nos invitan a volver la mirada a la vocación al ministerio presbiteral y a nuestros seminarios. Desde este curso, nuestra diócesis participa en el proyecto del Seminario Interdiocesano «Apóstol Santiago», unida a Mondoñedo-Ferrol y Santiago de Compostela. Es una comunidad formativa, acompañada por cuatro sacerdotes y constituida por seminaristas de estas diócesis que, juntos, viven su proceso formativo en sus dimensiones humana, intelectual, comunitaria, espiritual y pastoral, y en la que son acompañados para ir haciendo un discernimiento vocacional que les ayude a descubrir y amar el ser curas tal como pide la Iglesia hoy. Y realizan esto con otros compañeros del resto de Galicia, con la riqueza que eso siempre supone, compartiendo un estilo que les ayuda a crecer en el seguimiento de Jesús con ilusión y alegría.
Agradezco todo el proceso que cada uno de nuestros seminaristas —Miguel, Juan, Luis Angel y Fran — están haciendo; su ilusión y generosidad; su docilidad para acoger aquello que la Iglesia propone y ellos van descubriendo con el equipo formativo. Ellos son el presente y el futuro, nuestra alegría y nuestra esperanza.
Agradezco también, la labor que están llevando adelante los formadores de este Seminario Interdiocesano. Es un trabajo conjunto, complementario, ilusionante en el que cada un aporta lo mejor para acompañar su proceso a los jóvenes que allí se forman.
No quiero olvidarme del Seminario Menor «San Paio» de Tui. Allí los chicos que se están formando, además de los estudios académicos propios de su edad, se van acercando a la figura y mensaje de Jesús de Nazaret y a un estilo de vida que les haga preguntarse por su vocación. Con los formadores y profesores van haciéndose la pregunta «¿para quién son?». Gracias a todos por la vuestra dedicación, por la familia que formáis toda la comunidad educativa y por la vuestra ilusión.
La celebración de esta jornada del Día del Seminario tiene que ser una llamada de atención a toda la comunidad diocesana. Todos en la Iglesia seguimos a Jesús, y cada uno lo hace desde su vocación. Todos implicados y todos responsables. Cuando celebramos esta Jornada pensamos en los futuros sacerdotes, que son responsabilidad de todos. Orar por ellos, acompañarlos con nuestro cariño, cuidarlos es valorar mucho el trabajo realizado por los formadores y profesores, y valorar la ilusión de cada chico y creer en la obra que Dios va haciendo en cada uno de ellos.
Otra dimensión de esta jornada está en reconocer y agradecer lo que hacen los sacerdotes en nuestras comunidades. Ellos son peregrinos y sembradores de esperanza entre nosotros y con nosotros. Ellos nos acompañan y también necesitan que los acompañemos. Un pastor en la comunidad va siempre con su pueblo: «a veces delante, a veces en medio, a veces detrás. Delante para guiar, en medio para animar y no olvidar el olor del rebaño, detrás porque el pueblo tiene olfato para abrir nuevas rutas por el camino, o para encontrar el camino cuando se perdió» (Papa Francisco). Con aciertos y errores, son puentes que nos acercan a Dios y canales por los que Dios se hace presente en medio de nosotros. Es justo que les demos gracias, los valoremos y acompañemos.
Os invito a orar siempre por todas las vocaciones, para que sepamos descubrir aquello a lo que nos invita el Señor, y podamos responder con ilusión a su llamada. Encomendamos esto y nuestro Seminario a la intercesión de la Virgen María, la mujer que hizo de su “sí” un compromiso generoso y radical con Dios y los hermanos.
Vuestro hermano y amigo,