Mensaje de Cuaresma 2025
Estamos inmersos en el Año jubilar en el que se nos llama a ser peregrinos de esperanza. El Pueblo de Dios, en camino hacia el encuentro con Dios, siente a su lado a Cristo como compañero de viaje y fundamento de ese camino, Él es nuestra esperanza.
Iniciamos una nueva Cuaresma, un nuevo camino hacia Jerusalén, lugar de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, acompañando al Señor, siguiendo sus huellas, en este mundo que nos toca vivir. En este caminar escuchamos de nuevo conviértete y cree en el evangelio. Nos dice el papa Francisco: invito a cada cristiano a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso (…) Este es el momento de decirle a Jesucristo: te necesito. Rescátame de nuevo (Evangelii gaudium 3). Desde luego, esta invitación es una llamada de atención, una nueva oportunidad. ¿Por qué no vivir la Cuaresma desde esta invitación?
En este tiempo se nos habla de la necesidad de conversión, de un cambio profundo en las propias vidas. En nuestras comunidades parroquiales se visibiliza esa invitación a través de prácticas piadosas, ornamentación diferente, celebraciones especiales… que nos pueden ayudar, pero es urgente recordar las palabras del papa, es el momento de volver a lo esencial en nuestra relación con Dios, con los hermanos y con toda la creación.
La Cuaresma no puede ser un tiempo triste. Volver al evangelio siempre es volver a la alegría de la Buena Noticia, a enraizar nuestra fe en ese Xesús, que tiene palabras de vida eterna, como dice el apóstol Pedro (Jn 6,68). Es el tiempo de quitar las máscaras que nos acompañan durante la vida, que nos sirven para dar una imagen que puedan ver todos, y a veces, esconder nuestros miedos, inseguridades y aspectos que no nos gustan o avergüenzan. Es el tiempo de volver a lo esencial, ser más auténticos y liberarnos de tanto polvo que se nos va pegando en rincones de nuestra vida.
Seguro que surge la pregunta de cómo hacerlo, cómo volver a lo esencial. La Iglesia, madre y maestra, nos ofrece un camino: volver a la Palabra encarnada de Dios, porque en Cristo se manifiesta el hombre al propio hombre y se muestra la vocación a la que fue llamado (GS 22). Leyendo, orando, contemplando ese Cristo-Palabra podemos descubrir quienes somos: hijos de un mismo Padre y hermanos. Todos hijos muy amados por Dios, siempre; y todos hermanos, llamados a vivir en fraternidad real, siempre. No tenemos que conseguir nada, ya somos regalados, solo nos toca acoger. Pero esta acogida supone por nuestra parte ser conscientes de esto, experimentar y vivir la grandeza del proyecto de Dios sobre cada uno, sentirnos libres, y aprender a mirar al mismo Dios, a los hermanos y a la creación de otro modo. Jesús nos dice siempre, acercaos a mí todos los cansados y oprimidos, que yo os aliviaré, mi yugo es llevadero y mi carga ligera (Mt 11,28-30). Desde aquí encuentran sentido nuestras prácticas cuaresmales, las penitencias y ayunos; han de servirnos para soltar lastre y acoger; soltar lastre para ser más libres.
La Cuaresma es una invitación a poner en el centro a Jesús, rompiendo con todo tipo de egoísmo y autosuficiencia, acogiendo ese amor de Dios y dejándonos hacer por Él, aprendiendo a reconocer lo que ya somos y lo que Dios quiere seguir haciendo con nosotros y a través de cada uno.
Hay “ayudas” en este camino a tener en cuenta: no vamos solos. El papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma de este año nos anima a tres conversiones concretas: la de caminar, rompiendo con todo aquello que nos pueda paralizar en nuestra zona de confort; la de hacerlo juntos, nunca como viajeros solitarios, tejiendo unidad, sin dejar a nadie atrás o excluido; y en esperanza, en aquel que es nuestro amor y esperanza, que vive y reina glorioso. Esta esperanza se ha de traducir en confianza en Dios y en su salvación.
Caminar, juntos y en esperanza, abriendo nuestros ojos a la realidad de los hermanos, a la propia realidad; mirando al futuro que nos abre Aquel que vive para siempre. Escuchando su Palabra, dejándola resonar en nuestro corazón, levantándonos de nuestras comodidades y haciendo camino en actitud de acogida, con gestos muy concretos, con los hermanos que se acercan a nosotros. Todo eso seguro que nos ayuda en ese volver a lo esencial…
¡Feliz camino, feliz conversión! Acompañados por María, Nuestra Señora de A Franqueira, intercediendo en este camino cuaresmal.
Vuestro hermano y amigo