Durante la vigilia pascual, una catecúmena recibió los sacramentos de iniciación cristiana —Bautismo, Confirmación y Eucaristía—
Bajo la amenaza incesante de lluvia y en medio de la noche, una pequeña hoguera en el atrio de la concatedral-basílica de Santa María de Vigo simbolizaba la luz de Cristo resucitado que viene a iluminar las tinieblas. A las 21:30 horas del 30 de marzo, el obispo de Tui-Vigo, Mons. Luis Quinteiro, iniciaba la celebración de la vigilia pascual con la bendición del fuego. A continuación, el prelado se encargaba de clavar en el cirio pascual los cinco granos de incienso, que representan las cinco llagas de Jesús: los tres clavos que le atravesaron las manos y los pies, la lanza clavada al costado derecho del torso y las espinas sobre su cabeza.
Desde Praza da Igrexa, entre transeúntes que iban y venían, los numerosos fieles que participaban en la vigilia pascual atravesaron la puerta de la concatedral-basílica a oscuras con la única luz del cirio, en cuya llama encendían sus velas. Una vez en el altar mayor, se encendieron las luces para entonar el pregón pascual a cargo del sacerdote Juan Andión.
Tras liturgia de la Palabra que nos invitaba a recorrer la historia de la salvación de Dios para con los hombres, desde la creación pasando por la liberación del pueblo de Israel de Egipto hasta la resurrección de Cristo, el obispo de Tui-Vigo, Mons. Luis Quinteiro, expresó que «en esta noche, después de haber asistido a la pasión y muerte de Jesús, proclamamos y anunciamos la resurrección del Señor. Este es el fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza». La Pascua no finaliza en la vigilia, sino que comienza con ella para prolongarse durante toda nuestra vida, en la que, tal y como recordó el prelado, estamos llamados a «ser luz y sal de la tierra, agua que purifique», para seguir anunciando a Jesucristo con el testimonio de vida. Mons, Luis Quinteiro finalizaba su homilía invitando a los fieles a «hacer de nuestra liturgia un anuncio, en el que encontremos a Jesucristo vivo y resucitado».
Durante esta vigilia pascual, una joven catecúmena de 27 años, Irene, recibió los sacramentos de iniciación cristiana: Bautismo, Comunión y Confirmación. Acompañada por sus familiares y amigos, concluía su proceso catecumenal en esta «noche santa», para renacer del agua y del espíritu como miembro de la gran familia de la Iglesia.
La Iglesia celebra ahora el tiempo litúrgico de la Pascua —50 días desde el Domingo de Resurrección hasta Pentecostés—, en la que los cristianos estamos llamados a vivir con alegría y exultación la gran noticia de la fe: Jesucristo ha vencido a la muerte, ha resucitado y vive para darnos a nosotros la vida en plenitud.