Apenas un día después de aterrizar de su 32° Viaje Apostólico Internacional a Tailandia y Japón, del 19 al 26 de noviembre, el Papa Francisco dedicó la catequesis de la Audiencia General del miércoles 27 a comentar esta visita que realizó como mensajero de paz.
En su catequesis, el Santo Padre dijo que su visita a Tailandia y Japón fue un don por el que está muy agradecido al Señor, y renovó su gratitud a las Autoridades y Obispos de estos dos países, que lo han invitado y acogido con gran preocupación, y sobre todo agradeció al pueblo tailandés y al pueblo japonés. “Esta visita – precisó el Pontífice– ha aumentado mi cercanía y afecto por estos pueblos: Dios los bendiga con abundancia de prosperidad y paz”.
Al referirse a la primera etapa de su Viaje Apostólico, el Papa Francisco dijo que Tailandia es un antiguo reino que se ha modernizado en gran medida. “En Tailandia –explicó– quise rendir homenaje a la rica tradición espiritual y cultural del pueblo Thai, y animar el compromiso por la armonía entre los diferentes componentes de la nación. Visité al Patriarca supremo de los budistas, siendo la religión budista parte integrante de la historia y de la vida de ese pueblo. Además, participé en el encuentro ecuménico e interreligioso”.
También habló sobre la segunda etapa del Viaje Apostólico y su recepción en la Nunciatura Apostólica de Tokio (Japón), donde compartió con los obispos el reto de ser pastores de una Iglesia muy pequeña, pero portadora de agua viva, el Evangelio de Jesús. “El lema de mi visita a aquel país fue: ‘Proteger toda vida’. Este mensaje – explicó el Papa hablando en nuestro idioma – es significativo en aquella tierra que lleva las heridas del bombardeo atómico y del triple desastre de 2011; pero es una nación que se ha hecho portavoz del derecho fundamental por la vida y la paz. En Nagasaki y en Hiroshima condené nuevamente las armas nucleares y la hipocresía de hablar de paz cuando se construye y se vende material bélico. Pude además recordar en aquellos lugares la memoria de los mártires san Pablo Miki y los 25 compañeros, el beato Justo Takayama y tantos hombres y mujeres que han conservado la fe en los momentos de persecución”. Además el Santo Padre señaló que, las primeras víctimas del vacío de sentido son los jóvenes, por eso se les dedicó un encuentro en Tokio. “He escuchado sus preguntas y sus sueños; los he animado a oponerse juntos a toda forma de acoso, y a superar el miedo y la cerrazón abriéndose al amor de Dios, en la oración y en el servicio al prójimo. A otros jóvenes los encontré en la Universidad de Sophia, junto a la comunidad académica. Esta Universidad, como todas las escuelas católicas, son muy apreciadas en Japón”. Asimismo, en Tokio, afirmó el Papa, tuve la oportunidad de visitar al Emperador Naruhito, a quien renuevo la expresión de mi gratitud; y me reuní con las Autoridades del país y el Cuerpo Diplomático. “Les he deseado una cultura de encuentro y diálogo, caracterizada por la sabiduría y un amplio horizonte. Fiel a sus valores religiosos y morales, y abierto al mensaje evangélico, Japón puede ser un país líder para un mundo más justo y pacífico y para la armonía entre el hombre y el medio ambiente.”