En el último número de “Telmus”, anuario del Seminario Mayor y del Instituto Teológico de Vigo, ha sido publicado un poemario, hasta ahora inédito, de don Gilberto Gómez González, obispo de Abancay (Perú). Aunque ejerce su ministerio en el sureste de Perú, en la vertiente oriental andina, don Gilberto es oriundo de esta diócesis de Tui-Vigo. Nació en Albeos (Crecente), la tierra natal de san Paio, en 1952. Y de esta diócesis fue presbítero desde 1975 – fecha de su ordenación sacerdotal – hasta 2002, año en que fue ordenado obispo, primero auxiliar de Abancay, y a partir de 2009, obispo residencial de esa misma diócesis peruana. Su dedicación a Abancay no ha impedido nunca que mantenga un vínculo efectivo y cordial con Tui-Vigo.
Pero don Gilberto es, además de obispo, poeta. Y un buen poeta. Un obispo itinerante y un poeta también itinerante. Sus versos los define como “pequeños desahogos (borradores les llamo yo) que escribo muy de tarde en tarde (hace falta tiempo y paz)”. Así los define él, en su humildad. Pero, las pocas veces en que esos versos han sido juzgados desde fuera, le han merecido un importante reconocimiento. Prueba de ello es que, en 2005, don Gilberto ganó la XXIV edición del Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística, con su obra “Via Lucis”, la única publicada hasta hoy.
Una singularidad que ya no es tal, pues, como decíamos, “Telmus” ha publicado un segundo poemario, que se titula “Rosario”: “El Rosario, como el Via Lucis, lo compuse viajando horas en transportes públicos (viajes entre las cuatro provincias de mi diócesis)”, nos dice el obispo-poeta.
El anuario “Telmus” dedica a esta edición un total de sesenta páginas, una extensión considerable que habla, por sí misma, del valor de lo que se da a conocer. Un estudio de Yolanda Obregón (“Rosario”, de Gilberto Gómez González. Poesía, oración, mística y teología) nos sitúa en la perspectiva correcta para comprender el poemario. Existe, nos dice Yolanda Obregón, un rebrotar de la poesía religiosa. Ella misma es autora de una exitosa antología titulada “400 Poemas para explicar la fe. Selección de poesía religiosa para la catequesis” (Vita Brevis, 2019). Y señala las claves de la poética de “Rosario”: un ritmo más cercano al verso blanco que al versículo; el paralelismo de inspiración y evocaciones bíblicas y, como rasgo más destacado, el carácter dialógico de intertextualidades constantes con la Sagrada Escritura, “fundidas con el texto del poema en una polifonía armónica de textos, como en una sola voz”.
¿Qué seleccionar de “Rosario”? No sabría decir. Es muy bello comprobar que en los misterios gozosos María, la Virgen, habla en primera persona. Y así dice, por ejemplo, sobre el misterio de la Encarnación: “Tan solo una pregunta se abre paso/ entre mis labios,/ para morir, apenas balbucida,/ cuando pase tu sombra como nimbo/ preñada de respuestas,/ cegando al mismo sol en su cenit/ y sembrando en mi entraña/ al que nace de lo alto…/ He aquí, por vez primera,/ que el Sol es engendrado por la Sombra/ para alumbrar a los que yacen a la sombra/ de la muerte”. Y añade el poeta: “Y he aquí a tu esclava/ súbitamente convertida en casa de oro, / estrella matutina y horizonte/ donde el cielo se junta con la tierra”.
Al pensar en un obispo-poeta tudense, la mente evoca enseguida la figura egregia de don Manuel Lago González, obispo de Tui y arzobispo de Santiago, cuya “Poesía galega” fue recogida y presentada por Xosé Filgueira Valverde. Una obra poética en gallego más que notable, aunque haya escrito también, aunque menos – me refiero al arzobispo Lago – , versos en castellano.
Don Gilberto ha escrito mucho en castellano y también en gallego. Sería una pena que la obra de don Gilberto se perdiese. Para evitarlo, haría falta contar con un editor de altura que la diese a conocer, entera, al gran público. “Telmus” ha puesto su granito de arena.
Guillermo Juan Morado
Director del Instituto Teológico de Vigo