O domingo 26 de marzo, ás 18 horas, na capela das reliquias da catedral de Tui, o cóengo e director do Arquivo da Catedral de Tui e do Arquivo Diocesano, Avelino Bouzón, leu o pregón da Semana Santa tudense, co que deron comezo os actos propios da cita máis importante do calendario cristián. Posteriormente, houbo unha intervención musical do dúo de guitarras formado por Cristina Gómez Crespo e Gabriel Silvera Marcoff, profesores do conservatorio Municipal de Música de Tui.
SEMANA SANTA EN TUI
(Pregón, domingo 26 de marzo, 2023)
Christus vivit
(Me sirvo del mismo título de la Exhortación postsinodal del papa Francisco porque será el hilo conductor o trasfondo del Pregón[1])
INTRODUCCIÓN
Pronuncio este Pregón en la perspectiva de una circunstancia muy singular, la celebración del octingentésimo aniversario de la consagración de este templo extraordinario. No conocemos la fecha del inicio de la construcción de la catedral de Tui pero sí sabemos que fue ‘dedicada’ o bendecida el 30 de noviembre de 1225, fiesta de San Andrés; para respetar la festividad del apóstol, se estableció el 1 de diciembre como el día de la conmemoración anual de su Dedicación.
El Pregón tiene tres partes: I. La Semana Santa narrada por Egeria. II. La Semana Santa en Tui. III. Volar alto (poema). Además de la breve Introducción y la Conclusión.
Sumario. Ofrezco la síntesis (abstract, en inglés) de mi exposición, por si a alguno le vence el cansancio o la pesadez de la lectura.
La Semana Santa es una historia apasionante de amor[2]: Dios nos salva con la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo[3]. Cada año, con la celebración litúrgica de la Semana Santa o Semana Mayor, revivimos este misterio salvífico. Cristo vive, ni está muerto ni está caducado. Dice el papa Francisco: “Jesús camina entre nosotros como lo hacía en Galilea. Él pasa por nuestras calles, se detiene y nos mira a los ojos, sin prisa. Su llamada es atractiva, es fascinante. Pero hoy la ansiedad y la velocidad de tantos estímulos que nos bombardean hacen que no quede lugar para ese silencio interior donde se percibe la mirada de Jesús y se escucha su llamada” (Papa Francisco, Exhortación postsinodal “Christus vivit”, 2019, n. 277).
A pesar de la búsqueda a cualquier coste del bienestar temporal, el corazón humano aspira al amor divino, desea lo infinito, según lo expresa admirablemente la conocida copla de san Juan de la Cruz:
Tras de un amoroso lance, |
y no de esperanza falto, |
volé tan alto, tan alto, |
que le di a la caza alcance. |
I. SEMANA SANTA EN JERUSALÉN (s. IV): Itinerarium Egeriae
Hecha la Introducción paso a hablar de la Semana Santa, celebrada en Jerusalén a finales del siglo IV y relatada por una mujer de nuestra tierra. Esta narración tiene especial relevancia en la historia y en la liturgia. Nosotros, al conmemorar los mismos misterios ahora como entonces, testimoniamos la universalidad o catolicidad de la Iglesia en el espacio y en el tiempo.
Egeria o Etheria fue una escritora eclesiástica del siglo IV, española, probablemente gallega, que hizo una peregrinación a Jerusalén invirtiendo en el viaje al menos tres años (381-384). Es la primera mujer de la que conservamos textos escritos en latín, una mujer culta (según el adagio popular se puede decir que “sabía latín”).
Esta mujer culta y profundamente piadosa envía a sus “hermanas” (sorores) una descripción de los lugares bíblicos que visita y de las celebraciones litúrgicas en las que participa. El “Itinerarium Egeriae“[4] es un documento sumamente interesante desde el punto de vista topográfico, bíblico, litúrgico, filológico e histórico. Para nosotros, en esta ocasión, ofrece especial interés el relato que hace de la Semana Santa o Semana Mayor, porque los misterios en los que Egeria participa en Jerusalén a finales del siglo IV son los mismos que se vienen oficiando actualmente en Tui y en toda la cristiandad.
El Itinerarium tiene dos partes. En la primera describe los lugares que recorrió la peregrina Egeria: los santuarios visitados y los personajes con los que se entrevista, por ejemplo, el obispo de Jerusalén, san Cirilo, muerto en 386. Y en la segunda parte, narra detalladamente la celebración de la Semana Mayor, cuya descripción es un auténtico manual litúrgico de la Semana Santa.
La basílica del Santo Sepulcro, construida por el emperador Constantino en 326, era entonces el centro religioso por excelencia; en la actualidad está muy alterada conservándose el templo del siglo XII de estilo románico-cruzado. En la basílica constantiniana se distinguían tres lugares importantes de los que habla Egeria: la Anástasis, que significa ‘resurrección’, la Cruz o Roca del Calvario[5] y el Martyrium.
La Anástasis es el lugar de la sepultura de Cristo y su resurrección (el sepulcro aún sigue vacío). La Cruz o Roca del Calvario, era una especie de pórtico o claustro. La Roca del Calvario corresponde al sitio donde Jesucristo murió crucificado. A unos 20 metros de allí se encuentra el “Aljibe”, lugar en el que santa Elena, la madre del emperador Constantino, encontró en 326 la Cruz del Señor (la Vera Crux) entre los escombros ocasionados por la invasión de Adriano en el primer tercio del siglo II[6]. El Martyrium, significa ‘testimonio sellado con la sangre’, era el espacio más holgado para la asamblea de la comunidad con una iglesia de cinco naves y un ábside.
Cuando san Juan Pablo II peregrinó a Tierra Santa con motivo del Año Jubilar del segundo milenio del nacimiento de Jesús, hallándose en el aeropuerto de Tel Aviv para su regreso a Roma le preguntaron si deseaba visitar especialmente de nuevo algún lugar. “Sí –contestó él-. El Calvario, al que se sube por una escalera empinada y donde estuvo el Señor en la Cruz. Pude experimentar personalmente durante unos momentos qué fácil es rezar allí”.
La escritora Egeria da muchos detalles y abundante información de las celebraciones de la Semana Mayor. El Itinerarium señala lugares, oraciones, lecturas, catequesis, predicaciones, cantos, movimientos, participantes, duración, horarios, ayunos, etc. Apenas hace consideraciones de carácter teológico o espiritual. Por ello, el Itinerarium se puede clasificar dentro del género de la literatura odepórica o de viajes. Dada la dificultad para situar los lugares concretos debido a los cambios acontecidos posteriormente, no es sencillo comprender el texto, que además es escueto y sobrio. A pesar de las dificultades, a continuación hago un resumen de lo vivido por nuestra paisana Egeria.
I.1. Procesión de Ramos
Tras aludir a la celebración de la Cuaresma con los ayunos y vigilias, Egeria dice que la “Semana Mayor”[7] comienza el Domingo de Ramos con el canto de los gallos cuando se tienen las celebraciones de costumbre en la Anástasis. Luego, por la mañana –explica la escritora- se va a la iglesia mayor, “llamada Martyrium, porque está en el Gólgota, detrás de la Roca del Calvario donde el Señor murió en la Cruz”[8]. Antes de la despedida, dice el archidiácono en voz alta: “Toda esta semana, desde mañana, a la hora nona -tres de la tarde- reunámonos todos en el Martyrium o iglesia mayor”. Y añade: “Hoy, a la hora séptima [una de la tarde], estemos todos prontos en Eleona”[9], en el monte Olivete[10].
A la hora séptima sube todo el pueblo con el obispo al monte Olivete o Eleona, donde está la gruta en la que enseñaba el Señor. Allí se dicen himnos, antífonas y lecciones apropiadas al día y al lugar. A la hora undécima -cinco de la tarde-, se lee el Evangelio con esta referencia: “los niños, con ramos y palmas, salieron al encuentro del Señor, diciendo: Bendito el que viene en nombre del Señor” (Mt 21.1-9).
El obispo y el pueblo, que le sigue, bajan poco a poco (“lente et lente”) hasta la ciudad y desde allí van a la Anástasis, cantando himnos y antífonas. Van todos los niños de aquellos lugares, también los que no pueden ir a pie “por ser tiernos y los llevan sus padres al cuello; todos llevan ramos, unos de palmas, otros de olivos”. Entran “ya tarde” en la Anástasis, se recitan algunas oraciones y se despide al pueblo.
I.2. Lunes, Martes y Miércoles
La liturgia de estos tres días es prácticamente como los días de Cuaresma, salvo algunas particularidades.
El Martes Santo por la noche todos van desde la Anástasis, bajando al Torrente Cedrón, al monte Eleona. El obispo entra en la iglesia recibe el códice del evangelio y de pie lee: “Mirad, que nadie os engañe ” (Mt 24,4). Acabada la lectura de todo el pasaje, el obispo bendice a los catecúmenos y a los fieles y los despide.
El Miércoles, hecha la despedida en el Martyrium y conducido el obispo con himnos a la Anástasis, un presbítero lee el texto de la traición de Judas (Mt 26,14-15). Dice Egeria: “Es tal el clamor y gemidos de todo el pueblo, que nadie puede menos de derramar lágrimas en aquel momento”.
I.3. Jueves Santo
Oficios del Jueves Santo. En este día, reunidos en el Martyrium, el archidiácono avisa: “A la hora primera de la noche reunámonos todos en la iglesia de Eleona, porque hoy en esta noche nos espera muchísimo trabajo”. En la Roca del Calvario o Cruz, el lugar preciso de la crucifixión, el obispo hace la oblación (la Misa), y comulgan todos, para recordar la institución de la Eucaristía en la sala del Cenáculo. A la celebración eucarística se le llama “oblación”, porque Jesús se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor (cf. Heb 10,10).
Dos lugares acogen a los cristianos en esa tarde-noche del Jueves Santo: Eleona y Getsemaní, siguiendo los pasos del Señor en este día santo. Getsemaní está después del valle o torrente Cedrón, al pie del monte de los Olivos[11], allí Jesús comenzó su pasión. En ese sitio el emperador Teodosio el Grande a finales del siglo IV levantó una iglesia, que Egeria califica de “elegante” (elegans). Esto dice la cronista: «inmediatamente, después de comer, todos van a Eleona, a la iglesia donde está la gruta en la que este mismo día estuvo el Señor con los discípulos»[12].
A la segunda hora de la noche -ocho de la tarde- todos van a la iglesia del monte Olivete (Eleona); hasta bien entrada la noche recitan himnos y lecturas apropiadas al día y al lugar, intercalando oraciones. Hacia la una de la madrugada, “cuando comienza a ser el canto de los gallos”, bajan del monte cantando himnos hasta Getsemaní, al lugar mismo en que oró el Señor (Lc 22, 41) y donde está la “iglesia elegante”. Allí se lee el evangelio del prendimiento del Señor (Mt 26, 46-56). Dice Egeria que la lectura de los textos provoca en los oyentes “tales sollozos, gemidos y lloros, que tal vez se oyen en la ciudad”.
Desde Getsemaní, todos se dirigen a pie, poco a poco, a la ciudad, acompañando al obispo; llegan al atrio del Calvario o de la Cruz, situado entre la Anástasis y el Martyrium, cuando rompe el día, y allí se lee el evangelio de Jesús ante Pilato (Mt 27,1-2.11-26). Luego el obispo anima a todos a que pongan su confianza en Dios por haber sufrido durante toda la noche y lo que aún sufrirán durante este día. Les dice: Id ahora cada cual a vuestras casitas; descansad un poco, y hacía la hora segunda del día estad todos prontos aquí, para que desde esa hora hasta la sexta podáis ver el santo leño de la cruz, que nos aprovechará para la salvación a todos nosotros creyentes; pues desde la hora sexta de nuevo tenemos que estar reunidos todos en este lugar, ante la Cruz, para darnos a lecturas y oraciones hasta la noche[13].
I.4. Viernes Santo
El Viernes Santo, en el patio porticado del Gólgota [Roca] es colocada la cátedra del obispo, y ante él una mesa cubierta con un lienzo. Alrededor de la mesa están de pie los diáconos; es traído el relicario de plata dorada en el que está el santo leño de la cruz, se abre y se pone en la mesa tanto la cruz como el título, es decir, la cartela del INRI.
El obispo, sentado, toma en sus manos el santo leño, los diáconos en pie hacen la guardia. Todo el pueblo va pasando uno a uno, inclinándose todos van tocando, primero con la frente y luego con los ojos, la cruz y el título, y besan la cruz; pero nadie alarga la mano para tocarla.
Se cuenta que alguien, no se sabe cuándo, dio un mordisco y se llevó algo del santo leño; por eso ahora los diáconos que están alrededor lo guardan con todo cuidado para que nadie de los que vienen se atreva a hacer lo mismo nuevo.
A la hora sexta [mediodía, hacia las 12 horas], el gran patio al aire libre, entre la Anástasis y el Martyrium, se llena de gente. Allí el obispo, sentado en su cátedra, preside la ceremonia que dura tres horas. Se leen los salmos y los textos bíblicos que hablan de la Pasión.
“A cada una de las lecciones y oraciones –escribe Egeria- va unido tal sentimiento y gemidos de todo el pueblo, que es admirable; pues no hay nadie, grande ni chico, que durante las tres horas de aquel día deje de llorar tanto que ni expresarse puede: que el Señor haya sufrido por nosotros tales cosas”.
Después de esto, a la hora nona -tres de la tarde- se lee el evangelio donde dice que el Señor entregó su espíritu y expiró (Jn 19,30). Se recita una oración y sigue la despedida.
Luego se va al Martyrium y de allí a la Anástasis, donde se lee el evangelio en que Pilato entrega el cuerpo del Señor a José de Arimatea para ser sepultado (Jn 19, 38). Ese día no se anuncia que hay vigilia en la Anástasis, porque la gente está cansada, sin embargo, son muchos los que velan toda la noche, recitando himnos y antífonas hasta la madrugada.
I.5. Sábado Santo y Pascua
Desde la hora nona, es decir, desde las tres de la tarde del sábado, se prepara la vigilia pascual en la iglesia mayor, en el Martyrium. Sobre la vigilia pascual afirma lacónicamente Egeria: «solo se añade aquí lo siguiente: que los niños, después de bautizados y vestidos, al salir de la fuente son llevados juntamente con el obispo a la Anástasis»[14]. En la Anástasis, colocado el obispo dentro de los canceles, hace una oración por ellos.
Retorna el obispo con los bautizados a la iglesia mayor, el Martyrium; se hacen las vigilias; se celebra la oblación, es decir, la Eucaristía, y son despedidos.
Las fiestas pascuales son celebradas durante ocho días en diversas iglesias. Se debe subrayar lo siguiente: el domingo de Pascua, después de las vísperas o del lucernario (este nombre viene de las muchas lámparas y cirios, y aquel de la hora avanzada del día), van a Sion[15], acompañando al obispo y cantando himnos, «donde, llegados, se dicen himnos apropiados al día y al lugar, se hace oración y se lee el lugar del evangelio donde ese mismo día el Señor, en el mismo lugar en que ahora está la misma Iglesia en Sion, entró a los discípulos estando cerradas las puertas, cuando entonces no estaba allí uno de los discípulos, Tomás; y cuando regresó, diciéndole los otros apóstoles que habían visto al Señor, él dijo: “No lo creo, si no lo veo”»[16].
Igualmente, el domingo de la octava de Pascua, terminado el lucernario en la Anástasis, «todo el pueblo, sin faltar uno, cantando himnos, llevan al obispo hasta Sion; y llegando allí se dicen himnos apropiados al lugar y al día; léese además el lugar del evangelio donde, en la octava de Pascua, entró el Señor donde estaban los discípulos, y reprendió a Tomás por haber sido incrédulo»[17]. Terminadas las oraciones, bendecidos los bautizados y los fieles, vuelve cada cual a su casa. Con la octava de Pascua termina la descripción que hace Egeria de la celebración de la Semana Mayor en Jerusalén.
Al concluir la primera parte de la exposición, desearía subrayar la satisfacción que produce la continuidad en la fe y en la celebración de los misterios pascuales. Esta tradición en la Iglesia es como una cadena viviente e ininterrumpida, uno de cuyos eslabones importantes nos presenta la escritora Egeria en su Itinerario. Eslabón que nos prepara a la celebración inmediata de la Semana Santa y también nos dispone a la conmemoración en 2025 de los 800 años de la Dedicación de la iglesia catedral.
II. SEMANA SANTA EN TUI: DOMINGO DE PASIÓN
Segunda parte del Pregón. Tui, ciudad con antiquísima historia y de abolengo cristiano, siempre ha celebrado las fiestas litúrgicas, especialmente la Semana Santa, con el mismo espíritu de sus antepasados, de los que ha recibido la fe como uno de los mejores tesoros. Ciertamente, en los tiempos actuales de posmodernismo y posverdad relativista (ya no hay pecado, todo es bueno, el papa Francisco habla incluso de “espiritualismo secularizante”), la piedad y el recogimiento se han enfriado, sin embargo, la majestuosa catedral de Tui sigue siendo faro luminoso de la luz salvadora del Evangelio para los nativos, circundantes y foráneos.
Por eso, al llegar la Semana Santa, la ciudad de Tui se dispone solícita a continuar su historia, participando en las solemnes celebraciones e impresionantes procesiones como un valioso patrimonio religioso-cultural que ha recibido y anhela transmitir a las generaciones venideras. Recordemos y fijémonos en algunas de las representaciones más emblemáticas o típicas de la Semana Santa de Tui.
El Domingo de Pasión [justo el día en que estamos], llamado así tradicionalmente al conocido ahora, después de la reforma litúrgica del concilio Vaticano II, como el quinto domingo de Cuaresma, es el anterior al Domingo de Ramos. Este Domingo, dentro de la historia general de la Iglesia y en su particular liturgia, no tiene excesiva relevancia, aunque en el ámbito de las Hermandades y Cofradías se le considera de profundo significado y lleno de actos dedicados a los titulares de las mismas. Por eso el tradicional Domingo de Pasión, con la semana correspondiente, fue siempre de intensa preparación a los oficios de Semana Santa en todas las ciudades importantes como la de Tui.
II.1. Imagen del Santísimo Cristo de la Agonía
Fijémonos especialmente en la imagen del Santísimo Cristo de la Agonía. Suele interpretarse como una representación emotiva, teatral o dramática que pretende provocar emociones[18], sin embargo se trata de un Cristo vivo, a punto de expirar. Es una imagen de gran realismo antropológico y pedagógico, como se aprecia en el detalle de la rigidez de los dedos de las manos y “el encogimiento de los dedos de los pies” (advertencia hecha por un médico que venía con un grupo de peregrinos sevillanos).
Puede considerarse una figura serpentinata, recurso artístico cuyo modelo principal es la pintura de la Crucifixión del Greco, conservada en el museo del Louvre. El cretense pinta el cuerpo humano con las extremidades yendo en una dirección y el torso en otra, generando una posición retorcida como de letra “S” o serpentina. La imagen adquiere así movimiento, gracia y tensión.
Por otra parte, tanto en la pintura del Greco como en la imagen del Santo Cristo de la Agonía, el rostro de Jesús ha conservado su serenidad sobrenatural, la de un hombre inocente e íntegro que espera ver a Dios[19].
II.2. Iconografía e iconología
Antes de tratar de la devoción al Santísimo Cristo de la Agonía, hago dos aclaraciones. Considero importante distinguir y a la vez armonizar la iconografía y la iconología, pues aunque parecen palabras homónimas, no lo son. La iconografía es un producto técnico, mientras que la iconología se fija en el trasfondo temático o teológico, es decir, la trascendencia o sacramentalidad de todo lo humano, en definitiva la apertura a Dios[20]. Un ejemplo de esa distinción y armonía la veremos al analizar la imagen del Cristo de la Clemencia de la catedral de Sevilla, llamado también el Cristo de los Cálices o ‘de Leca’. Se puede contemplar otro ejemplo en la figura de la fe que corona el expositor de la capilla del Santísimo de esta catedral.
Al hilo de la distinción y relación entre iconografía e iconología se puede establecer el mismo paradigma entre “arte religioso” y “arte sacro”. Un sacerdote y escritor alemán, Michael Lang, comenta que el arte religioso está caracterizado por la expresión subjetiva y nace “del modo de sentir la religión por parte de una persona de cualquier lugar y tiempo”, mientras que “el arte sacro tiende a una ‘traducción’ de una realidad que sobrepasa los límites de la individualidad humana y contiene datos también objetivos que nacen ‘de la meditación de la verdad de una religión positiva e histórica’ por parte del artista”, funcionando en la Iglesia como una Biblia pauperum. “El arte sacro –añade el oratoriano Lang- está destinado a la alabanza y a la gloria de Dios y, al mismo tiempo, es popular, porque debe y puede ser comprendido y tocar los corazones de los fieles, también de los fieles sencillos” [21]. No me explayo más en este punto del arte sacro en la historia de la Iglesia porque ya fue tratado detenidamente por el historiador Rafael Sánchez Bargiela en el pregón de 2019[22].
II.3. Cristo de los Cálices o de la Clemencia (catedral de Sevilla)
Veamos lo que dice el contrato del Cristo de la Clemencia, de los Cálices o ‘de Leca’ (1603-1604). Como ya se indicó se venera en la catedral de Sevilla, fue encargado por Mateo Vázquez de Leca, canónigo de la catedral sevillana y arcediano de Carmona en 1602, al escultor Juan Martínez Montañés, llamado “el Lisipo andaluz”[23]. El 5 de abril de 1603 se firmó en Sevilla el contrato entre Juan Martínez Montañés y Mateo Vázquez de Leca, en el que dice lo siguiente: “el Cristo ha de estar vivo, antes de haber expirado, con la cabeza inclinada sobre el lado derecho, mirando a cualquier persona que estuviese orando al pie de Él, como que le está el mismo Cristo hablándole y como quejándose que aquello que padece es por el que está orando, y así ha de tener los ojos y rostro, con alguna severidad y los ojos del todo abiertos”. (El mensaje puede resumirse así: ‘Esto lo hago por ti’). Tanto el cliente como el artista dejaron constancia documental de que la imagen debía ajustarse a un determinado mensaje religioso[24].
El mismo significado teológico del Cristo de la Clemencia de la catedral de Sevilla podemos verlo reproducido en la imagen del Santísimo Cristo de la Agonía de la catedral de Tui.
II.4. Devoción al Santísimo Cristo de la Agonía
En el último tercio del siglo XIX se celebraba una fiesta en honor del Cristo de la Agonía el primer domingo de mayo, precedida de un novenario. Esta celebración puede tener relación con la Fiesta de las Cruces, conocida también como Día de la Cruz o de la Santa Cruz, conmemoración del hallazgo o invención por Santa Elena, hecho al que me referí al hablar del Itinerario de Egeria. Posteriormente se creó en Tui la Cofradía del Santísimo Cristo de la Agonía, exclusivamente de hombres. Los cofrades se comprometían a prepararse a bien morir y procuraban también ayudar a sus familiares; se obligaban a velar el Santísimo Sacramento la noche del Jueves Santo y asistir a las procesiones del Santísimo Cristo, del Santo Entierro y la de Corpus. Otras prácticas voluntarias eran el Retiro Espiritual, la Confesión, la Misa y Comunión sacramental el primer sábado y domingo de cada mes.
El doctor Domingo L. González Lopo, profesor de Historia en la Universidad de Santiago, en el documentado Pregón de 2013 afirma: “a mediados del siglo XIX se organiza una nueva procesión, la del Santísimo Cristo de la Agonía, exclusivamente masculina, que recorrerá la ciudad la tarde del Domingo de Ramos antes que la del Ecce Homo, por lo que constituirá desde ahora el pórtico de la Semana Santa de Tui”. Continúo con la cita del profesor Lopo: “La imagen se había encargado en 1609 por el obispo fr. Prudencio de Sandoval para coronar las nuevas rejas del Altar Mayor. A finales del siglo XVIII, como nos indica en su testamento de 26 de agosto de 1798 el Dr. D. Manuel Vallejo de Rivera, Canónigo Lectoral del cabildo catedralicio, se guardaba en la Sala Capitular por falta de sitio, por eso dispone en su última voluntad que a su costa se haga un altar en la antigua capilla de San Benito y se coloque en él”[25].
Según me informaron varios miembros de la Cofradía, que aún viven, el día grande en honor del Santísimo Cristo era el Domingo de Pasión, preparado con novena y conferencias o “Ejercicios Espirituales” predicados por eximios oradores sagrados, generalmente padres jesuitas. El Domingo de Pasión había misa de comunión general en la catedral. Al atardecer salía la solemne procesión, en la que cantaban el Viacrucis la “Schola Cantorum” del Seminario y la “Coral Polifónica P. Salvado”.
Aunque el profesor Lopo dice que la procesión con el Cristo de la Agonía salió por última vez en 1962, según consta en el cartel de la programación de actos de 1970 se tuvo “Procesión Penitencial” [26]. Por tanto, 1970 fue el último año que se procesionó. Hasta 1978 continuaron las celebraciones en honor del Santísimo Cristo de la Agonía dentro de la catedral. Tras unos años en blanco, en 1984 la Hermandad del Dulcísimo Nombre de Jesús y de la Santa Casa de la Misericordia intentó restablecer la devoción, pero no fue hasta 1994 cuando el Santísimo Cristo vuelve a ser honrado con un Triduo y sale de nuevo a la calle en la mañana del Viernes Santo, en la procesión del Encuentro, con el esfuerzo de la Agrupación de Voluntarios de Protección Civil de Tui, que lo acogieron como su patrono.
Según testimonian los provectos cofrades de la extinta cofradía del Santísimo Cristo de la Agonía, el Domingo de Pasión era un día de fiesta grande en Tui a nivel familiar y parroquial. Precedía la novena; el día anterior, sábado, había una charla para hacer el de examen de conciencia, confesarse bien y comulgar, cumpliendo así con el Precepto Pascual. Mis informantes dicen que venían unos seis o siete sacerdotes que se repartían en los confesonarios de la catedral para escuchar las confesiones. En la misa de la mañana del Domingo de Pasión comulgaban devotamente todos los cofrades con sus hijos (solo hombres, las mujeres tenían otra celebración), después de guardar el ayuno desde la media noche. Los veteranos cofrades recuerdan vivamente que antes de asistir a la misa los concurrentes solían encargar los churros en la “Churrería Galiano”, de Pontevedra, que, anticipándose a la fiesta de San Telmo, se ubicaba en la confluencia de la Travesía de Rosa Vaamonde con Augusto Besada (frente al Bar Galicia). En este significativo día las familias degustaban un agradable desayuno de chocolate con churros: todos se sentían muy contentos por la celebración litúrgica y se contagiaban la íntima alegría.
Estamos en la década de 1960. La procesión de la tarde con el Santísimo Cristo de la Agonía salía de la catedral, recorría la plaza del Concello, bajaba por la “Porta Pía” y recorría la calle Ordóñez hasta el paseo de Calvo Sotelo (la Corredera). El paso del Santísimo Cristo lo portaban 16 cofrades (costaleros), repartidos 8 en las varas delanteras y 8 atrás, estaban dirigidos por D. Julián Saracho. Al llegar al palco de la Música se colocaba el paso entre el palco y la farmacia de Areses, viendo hacia la Corredera, entonces un sacerdote desde el palco predicaba un elocuente sermón. Tras una pausa emotiva y colmada de fervor, la procesión regresaba por la calle Ordóñez, donde entonces estaba la Plaza de la Verdura y hoy la preside el monumento del obispo Manuel Lago, hasta la catedral. En todo el recorrido –como dije antes- se cantaba el Viacrucis compuesto por el maestro de capilla, Manuel Martínez Pose, y el canto cuaresmal “Perdona a tu pueblo, Señor”, entonado por todos los participantes.
Aunque resulte muy prosaico cuento una anécdota que quizá conozcan muchos de los presentes. A un joven recién graduado como piloto de aviones su buena madre le daba este consejo: “Hijo, procura volar bajito y muy despacio”. Algo parecido nos propone el secularismo radical: Cristo es un muerto, la Pascua, la resurrección y la vida futura carecen de sentido. Sin embargo, Jesucristo poco antes de morir dijo: “Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y voy al Padre” (Jn 16, 28). Estas palabras clarifican el misterio de la Pascua e inspiraron el hermoso poema de San Juan de la Cruz «Tras de un amoroso lance», que comento a continuación. (La imagen del místico carmelita la tenemos ante nuestros ojos, en el retablo de la Virgen del Carmen).
III. VOLAR ALTO: “Volé alto, tan alto”
Completo la exposición del Pregón con un poema, una poesía de las más bellas que se han escrito. Juan Ramón Jiménez[27], autor de “Platero y yo” y premio nobel de Literatura en1956, dijo: “Poesía es voz de lo inefable. A pocos poetas les ha sido dado tener esa voz. En España la tuvo San Juan de la Cruz”.
«Tras de un amoroso lance»
Tras de un amoroso lance, y no de esperanza falto, subí tan alto tan alto, que le di a la caza alcance. 1 Para que yo alcance diese 5 a aqueste lance divino, tanto volar me convino que de vista me perdiese; y, con todo, en este trance en el vuelo quedé falto; 10 mas el amor fue tan alto que le di a la caza alcance. | |
2 Cuando más alto subía deslumbróseme la vista, y la más fuerte conquista 15 en oscuro se hacía; mas, por ser de amor el lance, di un ciego y oscuro salto, y fui tan alto tan alto que le di a la caza alcance. 20 | |
3 Por una extraña manera mil vuelos pasé de un vuelo, porque esperanza del cielo tanto alcanza cuanto espera; esperé solo este lance 25 y en esperar no fui falto, pues fui tan alto tan alto que le di a la caza alcance. | |
4 Cuando más cerca llegaba de este lance tan subido, 30 tanto más bajo y rendido y abatido me hallaba; dixe: «No habrá quien lo alcance». Abatime tanto tanto que fui tan alto tan alto 35 que le di a la caza alcance.[28] | |
Comentario a la poesía. El poema simboliza el vuelo de la contemplación, o si se quiere, el espíritu contemplativo identificado con un extraño pájaro solitario al que atrae y fascina el dinamismo de las virtudes teologales, significadas de esta manera: el amor (amoroso lance), la esperanza (y no de esperanza falto), y la fe (volé tan alto, tan alto). Operando juntas el éxito está logrado (que le di a la caza alcance). El éxito o triunfo es la captura de una misteriosa presa de la que no se nos dice su nombre, sólo su condición de ser el supremo objeto del deseo. El argumento central del poema es, por tanto, el vuelo de las potencias trascendidas en virtudes teologales que llevan a la más pura contemplación de la divinidad, esto es, “a la unión del alma con Dios”.
Estamos llamados a entender más y mejor el misterio de Dios, tenemos una necesidad primaria de darle culto[29]. Conviene recordar aquí la magistral fórmula de san León Magno: “lo que era visible en Cristo ha pasado a la Iglesia en los sacramentos”[30]. Para el creyente en Jesucristo, la espiritualidad no está desconectada del propio cuerpo ni de las realidades de este mundo, como sostiene el maniqueísmo, sino que vive con ellas y en ellas, en comunión con todo lo que le rodea[31].
Dijo Benedicto XVI en Madrid, en la XXVI Jornada Mundial de la Juventud, agosto de 2011: “No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra”[32].
Para ilustrar el poema de san Juan de la Cruz fijémonos en la hermosa representación del Calvario del retablo de la capilla del Santísimo de esta catedral. En el centro está Cristo muerto en la Cruz; a la derecha del Crucificado vemos a la Virgen sumida en inmenso dolor; a la izquierda, San Juan, el apóstol fiel; sobresaliendo en primer plano, de rodillas, María Magdalena, penitente y primer testigo de la Resurrección, a quien Santo Tomás de Aquino llama “apóstol de los apóstoles”. En esta escena vemos compendiado todo el misterio pascual, la salvación que nadie puede conseguir por sí mismo.
CONCLUSIÓN
Termino, pues no soy como el obispo de Tui Francisco Terrones del Caño (1601-1612), quien, nombrado predicador real por Felipe II en 1588, desempeñó el cargo con tal satisfacción del rey y de la infanta Isabel Clara Eugenia que ésta declaró: “Terrones, ni se cansa ni nos cansa”[33].
He iniciado este Pregón aludiendo a la cercana conmemoración de los ochocientos años de la Dedicación de la catedral. Este edificio no es sólo un monumento histórico y singular, ciertamente es frío pero no esclerótico. Tenemos ante nuestra vista un edificio vivo y dinámico con una amplia gama de códigos comunicativos como son la arquitectura, las imágenes, la luz, la palabra, el silencio, etc., elementos que involucran todos nuestros sentidos. Además, en este templo sagrado Cristo continuamente se hace contemporáneo nuestro, entra en nuestra vida. Ya lo he indicado al comenzar, Jesucristo no es un personaje del pasado, ni un pensador, ni un fantasma. Christus vivit, está con nosotros por eso la vida del cristiano es un camino pascual[34].
Hemos hojeado el Itinerario de Egeria que describe la celebración de la Semana Santa a finales del siglo IV en Jerusalén; después hemos rememorado algunas escenas de la celebración de Tui en tiempos más recientes y nos hemos remontado con san Juan de la Cruz al amor de Dios que se entrega en su Hijo.
Sintámonos protagonistas del drama amoroso de la entrega por nosotros del Hijo de Dios doliente, muerto y resucitado: seamos como la Virgen, como el apóstol joven san Juan, la Magdalena y las santas mujeres; no seamos blasfemos ni apóstatas, no nos disipemos como los soldados que jugaban a los dados mientras se realizaba ante sus ojos la salvación del mundo (cfr. Jn 19, 23-24)[35].
El año pasado en la “Invitación final” del Pregón leído por D. Santiago Vega López decía: “pongamos en lo que celebramos [en la Semana Santa] todo nuestro ser, porque un corazón que no se conmueve estos días santos es un corazón de piedra que ha dejado de latir”[36].
“Ser cristiano es ir a Misa […]. La Misa, es el cielo en la tierra”, dice el converso Scott Hahn[37]. Asimismo, se puede afirmar que ser cristiano es participar en el misterio pascual y estar con la Virgen, porque “una madre no se cansa de esperar”: ella nos espera a todos y a cada uno en este mundo, aquí en Tui, y siempre. Ciertamente sentiremos las pruebas y adversidades de la vida, pero nada ni nadie nos debe quitar la esperanza de un futuro mejor en el tiempo y en la eternidad.
Finalizo con las palabras del comienzo de la Exhortación postsinodal del Papa: “Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo. Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida”[38].
¡BUENA SEMANA SANTA PARA TODOS!
[1] PAPA FRANCISCO, Exh. postsinodal Christus vivit (2019).
[2] PAPA FRANCISCO, Carta ap. Desiderio Desideravi (2022), n. 39: (“conocimiento del misterio de Dios, que es misterio de amor”.
[3] Ibid., n. 42: “Toda la creación es manifestación del amor de Dios: desde que ese mismo amor se ha manifestado en plenitud en la cruz de Jesús, toda la creación es atraída por él. Es toda la creación la que es asumida para ser puesta al servicio del encuentro con el Verbo encarnado, crucificado, muerto, resucitado, ascendido al Padre”.
[4] AGUSTÍN ARCE, Itinerario de la Virgen Egeria, BAC, Madrid 1980.
[5] Según D. Fernando Cerezo García, el lugar que Egeria llama “Cruz” hoy día es conocido como “Roca del Calvario”, punto exacto donde fue levantado Cristo crucificado.
[6] En el año 131 el emperador Adriano, sobre la antigua Jerusalén, arruinada y profanada, levantó la “Aelia Capitolina”, colonia romana. La Cruz del Señor no se libró de la profanación y desaparición.
[7] ARCE, Itinerario, p. 283.
[8] Ibid.
[9] “Eleon”, del griego elaion, que significa ‘de los olivos’.
[10] Otra basílica muy importante de Jerusalén, construida por orden de Constantino, fue la llamada Eleona (del griego elaion, que significa ‘de los olivos’) situada en el monte Olivete. Se había construido sobre una gruta que se suponía era el lugar donde Jesús se reunía con los suyos, donde estos habían recibido enseñanzas del Maestro (cf. Mt 24,3), y desde donde habría subido al cielo (cf. Hch 1,9-12), por lo cual se conmemoraba en ella especialmente la Ascensión del Señor.
[11] El barranco de Cedrón está al este de Jerusalén, entre la Ciudad Santa y el Monte de los Olivos.
[12] ARCE, Itinerario, p. 10.
[13] Ibid., p. 293.
[14] Ibid., p. 299.
[15] Sión es una colina fuera de la ciudad vieja (amurallada) de Jerusalén donde se hallaba el Cenáculo, donde se reunieron los apóstoles con la Virgen para recibir el Espíritu Santo en Pentecostés.
[16] Ibid., p. 301.
[17] Ibid., 303.
[18] ERNESTO IGLESIAS ALMEIDA, La pintura tudense en los siglos XVI y XVII, en “Castellum Tyde” 8 (2022) 130. El autor al referirse a las sargas con los pasos de la Pasión del Señor en la iglesia de Santa María de Porriño pintadas por Felipe Serbeira (1610) dice: “Se trata de cuatro paños de sargas que , en su día, formarían parte del conjunto de los pasos de la Pasión de Nuestro Señor y que se colocarían colgadas en las paredes de la iglesia con el fin de estimular un mayor sentimiento de devoción en esos días de Semana Santa, recordando de forma visual a los files los padecimientos de la pasión y muerte de Jesucristo”.
[19] La Crucifixión que pintó El Greco para una de las capillas del Convento de las Jerónimas, en Toledo, y que hoy se muestra en el Louvre, es una muestra elocuente de la originalidad del pintor cretense a la hora de abordar los temas religiosos. Al pie de la cruz, en lugar de la habitual representación de la Virgen y San Juan, El Greco coloca el retrato de dos personajes contemporáneos suyos, uno de ellos es un religioso que se ha querido identificar como Diego Melgar, la persona que encargó la pintura; el otro, un caballero vestido con traje oscuro, no ha podido identificarse.
[20] Cfr. ARCÁNGEL MORENO CASTILLA, “La formación litúrgica en la carta apostólica Desiderio desideravi”, en “Carta apostólica Desiderio desideravi del santo padre Francisco sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios”, Edición de estudio preparada por la Comisión Episcopal para la Liturgia de la Conferencia Episcopal Española, Editorial EDICE, Madrid 2022, p. 130?? Ver p. 108s.
[21] El sacerdote alemán padre Uwe Michael Lang, del Oratorio de San Felipe Neri de Londres y profesor en Heythrop College, de la Universidad de Londres, oficial de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, estuvo en Granada para presentar su libro “Volverse hacia el Señor”, traducido al castellano (abril de 2017).
[22] Cfr. RAFAEL SÁNCHEZ BARGIELA, Pregón de Semana Santa (10 de abril de 2019), pp. 4-6.
[23] Lisipo, famoso escultor del clasicismo griego (s. IV) juntamente con Escopas y Praxiteles. Martínez Montañés que nació el año 1568 en Alcalá la Real (Jaén) y murió en Sevilla el 18 de junio de 1649 a consecuencia de la peste que asoló la ciudad en ese año.
[24] Literalmente dice: “[…] el dicho Christo crucificado a de estar bibo, antes de auer espirado, con la cabeça inclinada sobre el lado derecho, mirando a qualquiera perssona que estuviere orando a el pie del, como que le está el mismo Christo hablándole y como quexándose que aquello que padece es por lo que está orando, y assí a de tener los ojos y rostro con alguna seberidad y los ojos del todo abiertos”.
[25] DOMINGO L. GONZÁLEZ LOPO, La Semana Santa en Tui. Puerta a la Fe: tradición y catequesis para un nuevo milenio (Pregón da Semana Santa de Tui, 17 de marzo de 2013), p. 6.
[26] Se lee en el Programa de 1970: “Procesión Penitencial: El domingo, día 15, a las 8 de la noche, desde la S. I. Catedral. El Vía Crucis lo dirigirá y presidirá el Sr. Obispo”. Cfr. JUAN JOSÉ VILCHES SACO, El Santísimo Cristo de la Agonía, en “Pórtico” 55 (abril 1995) [p. 2].
[27] Juan Ramón Jiménez Mantecón (Moguer, Huelva, 23 de diciembre de 1881-San Juan de Puerto Rico, 29 de mayo de 1958) fue un poeta español. Ganó el Premio Nobel de Literatura en 1956 por el conjunto de su obra, entre la que destaca la obra lírica en prosa “Platero y yo”.
[28] SAN JUAN DE LA CRUZ, Poesías, Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000, en . https://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmcft8g5 [consultada el 21 marzo 2023]
[29] Cfr. PAPA FRANCISCO, Carta apostólica Desiderio Desideravi. sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios.
[30] Citado por ARCÁNGEL MORENO CASTILLA, “La formación litúrgica en la carta apostólica Desiderio Desideravi”, en “Carta apostólica Desiderio Desideravi del santo padre Francisco sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios”, Edición de estudio preparada por la Comisión Episcopal para la Liturgia de la Conferencia Episcopal Española, Editorial EDICE, Madrid 2022, p. 133.
[31] CONCILIO VATICANO II, Constitución pastoral Gaudium et Spes, n. 10: “En realidad, los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano. Son muchos los elementos que se combaten en el propio interior del hombre. A fuer de criatura, el hombre experimenta múltiples limitaciones; se siente, sin embargo, ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior […]. Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo, a fin de que pueda responder a su máxima vocación, y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el que haya de encontrar la salvación”.
[32] PAPA BENEDICTO XVI,Homilía en la vigilia de oración con los jóvenes(Aeropuerto Cuatro Vientos de Madrid. Sábado 20 de agosto de 2011). (Viaje apostólico con motivo de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud (Madrid, 18-21 de agosto 2011).
[33] FRANCISCO ÁVILA Y LA CUEVA, Historia civil y eclesiástica de la ciudad de Tuy y obispado, Tui 1852 [edición facsímil, 1995], vol. IV, p. 199.
[34] PAPA FRANCISCO, Carta ap. Desiderio Desideravi (2022), n. 64.
[35] “Sentados los soldados, miraban al Crucificado mientras echaban los dados. Parecía que Jesucristo era un jugador también, pero lo que allí estaba en juego era la dignidad, la pureza, la salvación de la humanidad. Jesús se jugaba la vida para redimir [redimirnos] a los hombres”.
[36] SANTIAGO M. VEGA LÓPEZ, La Palabra se hizo imagen, y la imagen se hizo Palabra, [p. 6].
[37] SCOTT HAHN, La Cena del Cordero. La Misa, el cielo en la tierra, Ed. Rialp, S. A., Madrid 32002, p. 21.
[38] PAPA FRANCISCO, Exh. postsinodal Christus vivit (2019), n. 1.