El próximo día 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen es el día de las gentes del mar. Hace 100 años, en Glasgow, en el Instituto Católico, en Cochrane Street, exactamente el 4 de octubre de 1920, se celebró un encuentro para compartir la necesidad de restablecer las visitas a barcos en las parroquias de las riberas. Podemos considerar esa fecha como el comienzo de una nueva era para la atención pastoral de la Iglesia católica a la gente del mar.
Este año 2020 el prefecto del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, cardenal Peter K. A. Turkson, nos invitaba a conmemorar esta efeméride. La ceremonia de clausura estaba prevista llevarse a cabo en la catedral de San Andrés, en Glasgow, el domingo 4 de octubre de 2020. La actual situación por la pandemia de la Covid-19 va a impedir la celebración de este y otros actos previstos. Por eso él mismo, en carta a los presidentes de las conferencias episcopales, obispos promotores, coordinadores regionales, directores nacionales, capellanes y voluntarios, anunciaba el aplazamiento del XXV Congreso Mundial de la Stella Maris/Apostolado del mar y la celebración del Centenario al 3-8 de octubre de 2021.
Esta situación nos empuja a rezar más si cabe por las gentes del mar, cuyo día en España se celebra el 16 de julio y que, a pesar de la emergencia, continúan sosteniendo, con su trabajo, la economía mundial, transportando productos básicos para nuestras vidas a pesar de que están sufriendo personalmente y soportando mayores sacrificios (muchos de ellos confinados en los barcos) y a que los contratos se extienden más allá de los términos habituales, además de que la mayor parte de las escalas han sido canceladas.
Por eso, encomendándonos a la Virgen del Carmen, que protege a todas las personas por las estelas del mar y los caminos de la tierra, queremos tener presentes a todas las personas de España y del mundo dedicadas al Apostolado del mar. Y sabemos, como nos ha dicho el papa en su oración del 27 de marzo pasado, que «necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas». Y en cuya oración proseguía diciendo: «Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga». A la vez expresamos nuestra gratitud a los capellanes y a los voluntarios que no han podido visitar las naves a causa de las restricciones actuales para evitar la difusión de la Covid-19, pero que han encontrado nuevas formas creativas para continuar, apoyar y estar cerca de la gente del mar.
No debemos olvidar que junto con el cuidado religioso se introdujo la asistencia moral y social. A través de las visitas a los barcos en los puertos, o ayudando al establecimiento de lugares de acogida, y encuentros para la gente del mar, y con otras muchas actividades, se realiza la difusión de esta tarea, que se lleva a cabo de manera tan variada y cotidiana en tantas parroquias marineras de España como en los Centros de Stella Maris.
Como quiere el santo padre seguimos estando en una «Iglesia en salida» en la que debemos activar creativamente tanto las actividades pastorales como las del Apostolado del mar, que «requieren salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (EG, n. 20). Agradecemos la labor de tantas personas, instituciones, asociaciones etc., que tanto desde el ámbito eclesial católico o de otras confesiones, como en el ámbito civil, están trabajando tanto al servicio de las gentes del mar.
Y, para terminar, recordamos que el papa Francisco, ya el 7 de septiembre de 2018, nos invitaba a salir al encuentro de las personas que trabajan en el mundo del mar en todas sus vertientes. Decía: «En los rostros de los marinos de varias naciones, os invito a reconocer el rostro de Cristo. En el babel de sus idiomas, os recomiendo hablar el lenguaje del amor cristiano que acoge a todos y no excluye a nadie. Ante los abusos, os exhorto a no tener miedo de denunciar las injusticias y abogar por trabajar juntos para construir el bien común y un nuevo humanismo del trabajo, promover un trabajo respetuoso con la dignidad de la persona que no ve solo la ganancia o las exigencias productivas, sino que promueve una vida digna sabiendo que el bien de las personas y el bien de la empresa caminan juntos».
Mons. Luis Quinteiro Fiuza
Obispo de Tui-Vigo
Promotor del Apostolado del mar
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