El jueves, 21 de enero, a las 22 horas, recibí un wasap de la profesora Da. Dolores Balseiro en el que me decía: “Don Avelino, le comunico la triste noticia de quedarnos sin don José (DEP). Nos lo comunicó su sobrino alrededor de las ocho”. El día anterior, miércoles 20 de enero a las 20:30, hablé telefónicamente con D. José, le pregunté cómo se encontraba y me contestó: “me siento muy cansado”. Para animarlo le conté lo que me había ocurrido en una de las muchas consultas médicas que hice antes de varias intervenciones quirúrgicas. A un médico le dije: “Doctor, yo creo en Dios y creo en los médicos”. Él añadió con aire muy profesional: “Está ben, hai que contar cós de arriba e cós de abaixo”. Don José se rió y aprobó satisfecho la respuesta del galeno.
Don José Benito González Campos nació en San Martiño de Grou, municipio de Lobios en la comarca de la Baixa Limia. Estudió la carrera eclesiástica en el Seminario de Ourense y en 1951 opositó a la parroquia de Santa María de Cualedro, la que regentó hasta que en 1993 fue nombrado administrador de los Seminarios Mayor y Menor de Ourense. Don José fue párroco de Cualedro y San Salvador de Vilar de Lebres durante 40 años, entre 1951 y 1991. Cuando su hermana María perdió a su marido José Sanz Salgado le acompañó con sus dos hijos, Adolfo y José Luis. Adolfo Sanz González (el Doctor Sanz) ejerce como médico en Tui desde hace unos 40 años.
En 2014 Don José se jubiló, y en agosto del año siguiente con su hermana María, limitada de movimientos, se estableció en la Residencia “Paz y Bien”. A partir de entonces se integró en el arciprestazgo de Tui-Entenza, iniciando una relación fraternal e intensa con todos los sacerdotes del Baixo Miño. Su disponibilidad para suplir y ayudar a los compañeros fue siempre espléndida. Personalmente le agradezco de corazón su generosa colaboración en las celebraciones de las ajetreadas fiestas de la Virgen del Camino, San Roque y San Bartolomé.
Don José fue un trabajador inagotable y un emprendedor incorregible. No podemos menos de evocar los templos parroquiales construidos con excelente cantería “a cimentis” (él decía “desde la raíz”), respectivamente en las parroquias de Cualedro y Vilar de Lebres. Superados ya los 90 años, y después de los extraordinarios esfuerzos para levantar lo que él llamaba “pequeñas catedrales”, disfrutó de lo lindo cuando el 17 de mayo de 2014 se celebraron en el seminario de Ourense las bodas de oro de los templos mencionados con la presencia del obispo D. Leonardo Lemos Montanet, sus familiares y numerosos compañeros sacerdotes. Con menos solemnidad, pero con gran sentimiento el sábado 29 de septiembre de 2018 un pequeño grupo tudense acompañamos a D. José para revivir “in situ” la alegría del quincuagésimo aniversario de los templos monumentos. En dos coches viajamos a la Baixa Limia la profesora Dolores Balseiro, su marido Eduardo, el Dr. Sanz y su esposa Inés y el que escribe esta necrológica, D. Avelino Bouzón. Resultó una jornada inolvidable, cuya crónica está publicada en la Hoja de San Bartolomeu de Rebordáns (N. 167. Novembro de 2018, pp. 3 y 4).
El día 22, viernes, a las 11:45 D. Santiago Manuel Fernández Alarcón, párroco de Amorín, Currás y Pexegueiro, a través de un wasap comunicó lo siguiente: “Buenos días. Los restos mortales de don José serán trasladados mañana [sábado 23] a Ourense donde se celebrará una misa exequial en la parroquia de Santa Eufemia del Centro, presidida por el Sr. Obispo de la Diócesis de Ourense, y posteriormente serán enterrados en el cementerio de Torno (Lobios).
Estoy pendiente –continúa D. Santiago- de las disposiciones del Sr. Obispo don Luis [obispo de Tui-Vigo] para celebrar un funeral en Tui [iglesia de San Francisco] a lo largo de la primera quincena de febrero, por deseo expreso de don José en su testamento. Con lo que me transmitan me pongo en contacto con don Santiago Freire y comunicamos todo”.
La muerte del bueno de D. José nos causa un penoso vacío, pero la fe en Cristo resucitado, que iluminó los muchos años de su existencia, es como un áncora segura y firme de salvación (cfr. Hbr 6, 19). Los primeros cristianos para testimoniar su esperanza en la vida futura grababan un ancla en los sepulcros de sus muertos, como ellos nos agarramos a Cristo, áncora segura de la resurrección de los muertos y de la vida eterna.
Avelino Bouzón Gallego
Canónigo archivero de la catedral de Tui y
párroco de San Bartolomeu de Rebordáns