Y la paz vence. No es producto de un empeño comunitario de autoconvencerse de que el mal no se puede adueñar de todo. Lo que tantas veces decimos “lo bueno permanece”. O esta persona pervive en nuestro corazón. No fue, lo que les pasó a los discípulos, el producto de la imaginación colectiva de quien se consuela en el fantasma del pasado.
La paz no es un concepto, ni una utopía, no es un programa consensuado de lo que queremos lograr. La paz que trae Jesús no es la pacificación sosegada de nuestro interior como un calmante para cegar la realidad y vivir en otra dimensión en que prima la ausencia de la historia.
La paz de Jesús es él mismo. El que en una y otra ocasión llamaba a la calma en momentos de turbación y tormenta. “No tengáis miedo”. El que libera a la persona de las ataduras del mal que le aprisiona, y hoy transmite la confianza ¿de dónde surgen esas dudas? Pues las dudas vienen de nuestras inseguridades, de las desconfianzas. No es buscar certezas cerradas, porque entonces no hay sitio al futuro. Decir, creo en ti Señor, sé que eres tú, confío en ti, no es la afirmación de lo que sucedió, sino la relación en el presente y la apertura a que haremos un camino juntos, y que deseo caminar contigo sea a donde sea, al lugar y el destino que tú quieras, la vida, es pues futuro.
La paz de Jesús es la que reconcilia el pasado, pone mirada en el presente y alza la mirada al infinito. “Mirad mis manos y mis pies” Ese es el pasado en el tiempo. Lo que sucedió, lo que dolió, lo que mató en Jesús su cuerpo y en ellos el mesías que se habían imaginado. Es el que habían profetizado y anunciado en la historia. El presente es comer, sentarse a la mesa del Reino en el que el pescado es presente que ratifica la presencia. No come porque necesite alimentarse, sino para decir que él es el alimento. Y el futuro es la paz que se convierte en acción. En su nombre se predicará la conversión, el perdón.
Los testigos son los que dudan, los que tienen miedo, los que están en búsqueda. Las certezas y los negativos dogmatismos nos encierran en nosotros y en la autoposesión de la verdad. Y la paz, y ser testigos y mensajeros de ella no nos pertenece sino que nosotros le pertenecemos a ella. Anunciamos lo que ella es en nosotros, lo que el Señor es en nosotros.
No tengáis miedo. La paz sea con vosotros
Xabier Alonso