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Santa Inés de Montepulciano
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Los nicodemos del Cristo de Vigo

Los nicodemos del Cristo de Vigo
Foto: Procesión del Cristo en el año 2019 | © Archicofradía del Cristo de la Victoria de Vigo

Publicado en Faro de Vigo o 3 de agosto de 2022

Fue Nicodemo un famoso fariseo, que visitaba al Cristo Jesús de noche para conocer sus enseñanzas y que escogía precisamente las horas nocturnas, por temor a que lo viesen sus colegas fariseos y por ello lo ridiculizasen, ya que Jesús entre ellos no contaba con demasiadas simpatías. Cierto que Nicodemo estaba honestamente interesado en la doctrina de Jesús, ignoraba sin embargo numerosas elementalidades de su mensaje. A su favor el que unos meses antes de la crucifixión, Nicodemo había dado la cara por él, cuando pretendían condenarle y les argumentó que no era justo hacerlo sin haberle escuchado antes. Finalmente Nicodemo se haría discípulo cercano y tras la muerte del Cristo, junto con José de Arimatea, tomaron el cuerpo del Maestro y le dieron decente sepultura.

Nicodemo fue, pues un honesto seguidor de Jesucristo con sus concretas cobardías y debilidades, que otros seguidores, algunos tan cercanos como Pedro y los dormilones del huerto, mostramos también en múltiples aspectos, aunque diferentes. Señalar con sinceridad y sin acritud los defectos de unos y otros y aceptar humildemente la necesidad de corregirlos, para intentar ser verdaderos discípulos de Cristo, es tarea en todos los tiempos de quienes formamos la Iglesia.

No es fácil explicitar así de repente las características religiosas, psicológicas y sociológicas de los nicodemos, que van a peregrinar con nocturnidad, por las calles de Vigo en la noche del sábado al primer domingo de agosto. Es sobradamente conocida mi opinión que suele comparar, con simplicísima claridad, ese comportamiento con el de quienes hiciesen, anticipadamente y por su cuenta, la manifestación obrera del primero de mayo durante la noche anterior. Y es que montones de asuntos en la vida no se pueden realizar y llevar a cabo como se desearía; y hay que elegir y también asumir sincera y noblemente tal imposibilidad, sin acudir al subterfugio de dar por bueno subjetivamente aquello que no pudiendo hacerlo bien realmente, nosotros lo sacamos adelante de forma chapucera. Multitud de supersticiones religiosas y vicios de la religiosidad popular se fundamentan en esa actitud equivocada. Y en este caso arrastra a multitud de imitadores en esa procesión nocturna y virtual. Todo el sentido de manifestación comunitaria –y una procesión no es más que una manifestación de fe–, se viene abajo sin la presencia de la imagen del Cristo de la Victoria, que es en este caso la pancarta que aglutina a sus seguidores y discípulos. Sea o no sea la razón de escapar de la vergüenza de que se les vea a la luz del día; sea por la comodidad de procesionar por la fresca; sea porque se acaba mucho antes; sea porque de noche se alumbra mejor y se huye más de las aglomeraciones; sea por otras mil razones más, como ir en familia con los pequeños a la playa o a las fiestas del pueblo, una procesión solo es tal si se acompaña a la imagen de quien se honra y venera. Otras actitudes son objetivamente un subterfugio, un sucedáneo y, con todos los respetos, la bisutería de una auténtica procesión. Puesto que últimamente nos hemos acostumbrado tanto a lo virtual que nos está sirviendo para equipararlo mentalmente a lo que es verdadero y real.

Naturalmente quiero explicitarlo ni se me está ocurriendo criticar ni despreciar la indiscutible buena fe, ni calibrar la mejor o frágil formación cristiana que puedan tener cada uno de los nicodemos del Cristo. Simplemente señalo el camino de lo que religiosamente es fetén. Porque seguramente entre los nicodemos habrá de todo: los cristianos fijos, que van habitualmente a la misa dominical solos o en familia y viven adecuadamente los procesos de incorporación sacramental según sus edades; los fijos-discontinuos, que –“por no ser fanáticos”, algunos se autodisculpan así–, solo van a algunas romerías concretas, a bodas o a otros compromisos más como reunión social que por vivencia religiosa; y hasta habrá quienes acuden como simples acompañantes de la persona querida que lo hace “porque a lo mejor es malo no ir ahora que ya se puede”. En todo caso, Nicodemo a pesar de sus miedos y complejos fue descubriendo poco a poco el verdadero mensaje del Cristo y acabó entre las filas de su seguidores más fieles y decididos.

Por eso creo y sugiero que la Cofradía debería hacer algo –entregar una estampa o un sencillo folleto catequético– a los incontables nicodemos que un año más van a ser riada en la noche previa a la fiesta del Cristo de Vigo.

Mons. Alberto Cuevas Fdez.

Sacerdote e periodista

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