Ás 20 horas de onte, mozas de gran parte da Diocese achegáronse á capela do Seminario Maior San Xosé de Vigo par celebrar o Día do Seminario nun vixilia de oración presidida polo bispo de Tui-Vigo, Luís Quinteiro, e organizada polas delegacións de Pastoral Vocacional e Pastoral Xuvenil-Universitaria.
Fisicamente, non puideron asistir máis de 60 persoas pero, a través da canle de Youtube da Diocese, 36 uníronse en oración para encomendar moi especialmente aos 8 seminaristas que forman parte desa comunidade cristiá. Esta fin de semana, o domingo ás 18:30, Ramiro Álvarez e José Emilio Veiga serán instituidos acólitos, o paso previo ao diaconado, un paso máis no seu camiño cara ao sacerdocio.
Hoxe, solemnidade de San José, patrón de seminarios e seminaristas, Emilio regálanos o seu testemuño que, quizais, poida iluminar a vida de moitos cristiáns que buscan a gran resposta sobre a vocación cristiá.
“¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Dios ha escogido más bien a los que el mundo tiene por necios para confundir a los sabios; y ha elegido a los débiles del mundo para confundir a los fuertes. (1Cor 1, 26-27).
Me gustaría no tanto dar un testimonio de los comienzos de mi vocación, sino de mi camino recorrido hasta hoy.
La vocación es una respuesta a una llamada, la cuestión es, ¿quién llama? Desde pequeño sentí un cariño especial por las cosas relacionas con la Iglesia. No me costaba salir de fiesta un sábado y madrugar un poco para ir a Misa o ayudar en la catequesis parroquial y después quedarme escuchando las anécdotas de mi párroco. Pero vas cumpliendo años y llega un momento en que tienes que empezar a tomar decisiones que marcaran tu futuro, estudiar, trabajar… y en mi caso afianzar la vocación hacia el sacerdocio, difícil cosa, cuando la sociedad reclama inmediatez, y las palabras claves en esta vocación son discernimiento y proceso. Palabras que resuena poco en la mente de un joven.
Lo inmediato en mi vida fue dedicarme al mundo laboral. Trabajé en un taller de habilitación naval, tengo que decir que era una muy buena época donde los trabajadores no sentíamos una excesiva presión, estaba contento con mi vida y mis compañeros, pero había algo que siempre rondaba mi mente, y era el ser sacerdote. Siempre he tenido gran admiración por mi párroco Don Francisco, el cura centenario de nuestra diócesis. Veía en él un hombre sencillo, humilde y bueno, entregado a Dios y a sus feligreses, siempre dispuesto a escuchar y ayudar a aquel que llamase a su puerta. Ir creciendo en años, fue poniendo en mi vida de fe a más sacerdotes, encontré en todos ellos ese rostro de Cristo atento a los problemas del que se acerca, siempre dispuestos a ayudar y a acompañar.
Llega un punto en el que uno da el paso, nada fácil porque en ocasiones un paso largo hacia delante conlleva unos cuantos hacia atrás. La entrada en el seminario no es fácil decisión, sobre todo en estos momentos. Pero después de seis años en el seminario, con las palabras clave, discernimiento y proceso siempre presentes, puedo decir que cada día que pasa estoy más enamorado de Aquel, a quien quiero y al que quiero trasmitir a todos los que se encuentren conmigo. El proceso vocacional va haciendo que uno se conozca a sí mismo, nunca dejare de ser yo, pero si pido que mi yo quede revestido de Cristo.”