Y tu voz, entrañable,
silbo sereno de amor,
llama por cada oveja
y las conoce por su olor.
Nombre y olor son
señales inconfundibles
que tu reconoces
en escondites imposibles.
Por pastos engañosos
en rocas encrestadas
tú sigues el rastro
de las huidizas pisadas.
«Soy libre, soy yo mismo»,
aunque perdido,
creyendo ser el precio
de serme desconocido.
Solo tú me conoces
Pastor Bueno
sabes de mis empeños
de no querer dueño.
Pero ahora vencido
por mi arrogancia
deseo como un niño
tu abrazo y fragancia.
Haberme perdido
es pesadilla amarga
hoy regreso al regazo
y dejo de ser una carga
llevado sobre los hombros
del Pastor Bueno
que conoce mi marca
mi pecado y mi secreto
y por eso aún más
y más me ama.
Y yo quiero, mi Pastor
decirte sin descanso
que te amo, mi amor
te amo mi Señor.