El templo parroquial de san Bartolomé de Rebordanes fue construido en el siglo XII para iglesia monacal, reutilizando materiales anteriores de construcciones romanas y prerrománicas, como testimonian los restos arqueológicos hallados en las excavaciones realizadas en 1970.
Después de las devastadoras invasiones de los normandos y sarracenos, acaudillados por Olaf y Almanzor respectivamente, el obispo Jorge (1068-1071) residió en el barrio de Santa Eufemia y comenzó la edificación de la iglesia de San Bartolomé. Allí donde estableció su silla episcopal y trajo a los monjes benedictinos. Por tanto, en el monasterio convivieron obispos y canónigos hasta 1225, año en el que fue consagrada la nueva catedral de Santa María por el obispo D. Esteban Egea.
Fue en el año 1436 cuando se suprimió el monasterio y el templo se convirtió en iglesia parroquial. Las estancias monacales se deterioran con el paso de los años, aunque en tiempos del obispo Prudencio de Sandoval (1608-1612) aún se conservaba el claustro y una capilla.
En la actualidad, sabiendo que el templo de San Bartolomé formó parte de un monasterio benedictino, sorprendía que no se conservase una imagen o representación de San Benito. Tras casi dos décadas intentando conseguir una figuración del santo para honrarlo sobre todo el día su fiesta, por fin en julio de 2018 un anticuario, a quien le había manifestado mi intención, me avisó que tenía una pintura de San Benito. Convenimos en un precio razonable y compré el cuadro pintado al óleo sobre lienzo del siglo XVII (56×42 cm). La iconología hace alusión a las consecuencias de la oración de Santa Escolástica en el último encuentro con su hermano en Montecasino. La paloma representa el alma de Escolástica ascendiendo al cielo tras su muerte.
Restauración del cuadro
El cuadro precisaba una recuperación porque mostraba un deterioro considerable y también repintes inapropiados. La restauradora María Victoria Valverde García (Mavi) hizo un presupuesto y un devoto del santo se ofreció a costear el importe. En diciembre de 2020 se colocó el cuadro recuperado en la nave de la epístola, colgado en la pared próxima a la puerta de la sacristía.
A continuación se resumen los datos que Mavi escribió en la ficha de la “Memoria Técnica” de la restauración. Dice que “la obra pictórica representa un retrato de S. Benito (medio cuerpo), portando un libro en su mano derecha. Aparecen los símbolos episcopales: mitra y báculo”. Al referirse a la calidad del lienzo advierte: “posiblemente el tejido sea de algodón”. Señala el deterioro de la tela con pérdida de un fragmento en la parte superior derecha; además la alteración de la superficie pintada al adaptar el lienzo a un nuevo bastidor de pino de dimensiones más reducías que el original. El repinte afectaba a toda la obra “distorsionando todo el rostro del santo y ocultando dos dedos de la mano derecha”. Asimismo, el “craqueado” (grietas) afectaba a toda la pintura.
La intervención se realizó en el taller de la restauradora, quien tras una “analítica general”, mediante catas y diversas pruebas, procedió al “empapelado del cuadro con cola de conejo y papel japonés, como método de fijación, para frenar el desprendimiento de la capa pictórica. También se llevó a cabo el planchado de toda la superficie para bajar las bolsas de este estrato”.
Posteriormente clavó el lienzo en el bastidor, retiró el papel japonés con agua caliente y bayetas, y eliminó toda capa de repinte “utilizando gel decapante, disolventes suaves y los restos más adheridos a punta de bisturí, para no dañar la policromía original”. Tras la limpieza química, se procedió a la reintegración con estuco, nivelándolo después para realizar la reintegración cromática y devolver a la obra su impronta normal.
San Benito y Santa Escolástica
San Benito nació en Nursia (región italiana de la Umbría) hacia el año 480 en una familia acomodada. Para que recibiese una esmera formación, sus padres lo llevaron a Roma. Entonces la capital del imperio había sido invadida por los godos y el ambiente era deplorable, por eso Benito, con 20 años, para salvaguardar su fe se retiró a la soledad en Subiaco (montes Sibilinos), dedicándose a la vida de mortificación, rezos, estudio y trabajo en el campo. Debido a su fama de hombre santo, pronto acudieron varios seguidores, con los que fundó doce monasterios de doce monjes cada uno.
Sufrió graves vicisitudes, entre las que no faltaron calumnias e intentos de envenenamiento, por eso se trasladó a las alturas de Montecasino (entre Roma y Nápoles). Allí, hacia el año 540, escribió su famosa regla, modelo de espiritualidad y humanismo, uno de los documentos fundacionales de la antigua Europa. Esta regla ha servido de referencia para todas las demás órdenes religiosas y por ello se le considera a San Benito el padre del monacato de Occidente.
El papa San Gregorio Magno, en su obra los Diálogos, libro II, nos presenta a San Benito como el “vir Dei” (hombre de Dios) que toma por lema “Ora et labora” y por divisa un arado y una cruz. En efecto, con la cruz, el libro y el arado fue el defensor de la civilización romana y cristiana contra las amenazas devastadores de los godos, capitaneados por su rey Totila,
San Benito falleció en Montecasino el 21 de marzo del año 547, aunque por caer este día en la Cuaresma, su fiesta litúrgica se celebra el 11 de julio como recuerdo de la traslación de sus reliquias de Montecasino a Fleury, en las riberas del Loira (Francia).
Santa Escolástica era hermana gemela de San Benito. Cuando este fundó el monasterio de Montecasino, ella se trasladó a vivir cerca de dicho monasterio, viéndose con su hermano una vez al año, antes de la Cuaresma, en una casa que quedaba a medio camino de las alturas donde vivían los monjes.
El papa San Gregorio Magno, en su obra mencionada de los Diálogos, narra el famoso suceso de la última vez que se vieron ambos hermanos. El cuadro adquirido para la iglesia de San Bartolomé representa sucintamente el episodio de aquel conmovedor diálogo nocturno. Según el insigne hagiógrafo, después de conversar largo tiempo sobre cuestiones espirituales, Escolástica ruega a Benito que se quede a pasar la noche allí “para poder seguir hablando hasta el alba sobre los goces del Paraíso”. Benito se niega para no transgredir la regla monástica, y entonces su hermana ora a Dios con tanto fervor que de pronto estalla una tormenta que obliga a Benito a quedarse en la casa y a continuar aquel santo coloquio hasta el amanecer.
Tres días después muere Escolástica y, desde su celda, Benito ve subir el alma de su hermana al Cielo en forma de una paloma envuelta en luz. Ambos fueron enterrados en Montecasino, en el mismo sepulcro, “para que la muerte no separe el cuerpo de los que siempre han tenido unidas sus almas en el Señor”. La fiesta de santa Escolástica se celebra el 10 de febrero.
Avelino Bouzón Gallego — Canónigo archivero de la catedral de Tui y párroco de San Bartolomeu de Rebordáns