Ayer, domingo 13, a las doce de la mañana comenzaba la Eucaristía en la parroquia de San Martiño de Coia. Los feligreses que asistían a la misa lo hacían con un deje de tristeza e ilusión: por una parte, despedían al que había sido su párroco durante más de veinticinco años, don Guillermo, presente en la celebración; por la otra, recibían a don Fernando, que desde ahora será el pastor de su comunidad.
Una vez leído el nombramiento del nuevo párroco y antes de dar comienzo a la liturgia de la Palabra, don Fernando hizo la profesión de fe y el juramento. Nuestro obispo, don Luis, le entregó el Evangelio antes de proclamarlo.
Durante su homilía, don Luis agradeció la presencia de los feligreses y manifestó su alegría por poder contar con un nuevo sacerdote para la parroquia de San Martiño de Coia. Durante la homilía, nuestro obispo recordó la gran misión de la Iglesia en la actualidad: dejarnos convocar por Dios para crear esperanza e ilusión capaz de generar una vida nueva.
Nuestro obispo invitó a don Fernando a mostrarse cercano, a hacerse presente en medio de las casas, de las necesidades de la gente, especialmente en medio de aquellos que sufren; y recalcó la relevancia de atender a los mayores. También realizó una petición: trabajar en la catequesis.
A pesar de la complejidad de las circunstancias actuales ocasionadas por el coronavirus, don Luis insistió en no abandonarse, sino en estar presentes, en continuar trabajando aunque las cosas no salgan perfectas.
La celebración prosiguió con la renovación de las promesas de ordenación por parte de don Fernando y con la entrega de los lugares de la Celebración (la pila bautismal, el confesionario y las llaves del sagrario).
Antes de la bendición, don Fernando agradeció la acogida de la parroquia y reiteró su disponibilidad total. «Tengo que reflejar la generosidad de Dios con todos vosotros y rezar para que así sea», manifestó el nuevo párroco, «pero junto al dar, el recibir. Vengo aquí para aprender como el buen maestro que no viene sólo a enseñar».
