29 de marzo de 2024

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San Eustasio
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“Te Deum” de fin de año y Jubileos de 2021

“Te Deum” de fin de año y Jubileos de 2021

Despedimos el año 2020 con visible incertidumbre y evidente nerviosismo y nos disponemos a estrenar con anhelante y jubilosa esperanza el nuevo año 2021, cuyo comienzo ya vislumbramos e inauguramos.

A pesar de la desconfianza y de los presagios confusos que infunde el entorno sociocultural y que los activos portavoces divulgan, tenemos motivos fundados para elevar nuestra acción de gracias a Dios por los numerosos beneficios y su constante asistencia que hemos experimentado a lo largo de los doce meses transcurridos del año que vamos a clausurar.

Precisamente por eso, es costumbre que en todas las iglesias o comunidades cristianas los fieles se reúnan la tarde del 31 de diciembre para cantar el Te Deum, himno tradicional de alabanza y acción de gracias a la santísima Trinidad. Así dice la primera estrofa de esta oración: “A ti, oh Dios, te alabamos, a ti, Señor, te reconocemos. A ti, eterno Padre, te venera toda la creación” (Te Deum, laudamus, te, Dominum, confitemur. Te, aeternum Patrem, omnis terra veneratur).

La gratitud por los dones recibidos de Dios en los años que se nos concede vivir en este mundo, nos ayuda a descubrir un gran valor inscrito en el tiempo: marcado en sus ritmos anuales, mensuales, semanales y diarios, cuidado constantemente por el amor de Dios, por sus dones de gracia. Es tiempo de salvación que no termina en la oscuridad de la muerte sino en la gloria de la eternidad.

Afirma el papa Benedicto XVI; “Sí, el Dios eterno entró y permanece en el tiempo del hombre. Entró en él y permanece en él con la persona de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, el Salvador del mundo” (Vísperas en la Basílica Vaticano, 31 diciembre 2010). Esto alude a lo que dice san Pablo en el famoso texto: “Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer […], para que recibiéramos la filiación adoptiva” (Gál 4, 4-5).

La Navidad nos remite a esta “plenitud” del tiempo, es decir, a la salvación renovadora traída por Jesús a todos los hombres.

Es verdad que nuestro tiempo humano, especialmente en estos momentos de pandemia, está lleno de males, de sufrimientos, de dramas de todo tipo -unos provocados por la maldad de las personas y otros derivados de las catástrofes naturales-, pero a la vez encierra ya de forma definitiva la novedad gozosa y liberadora de Cristo salvador. “Precisamente en el Niño de Belén –dice el papa emérito- podemos contemplar de modo particularmente luminoso y elocuente el encuentro de la eternidad con el tiempo, como suele expresar la liturgia de la Iglesia. La Navidad nos hace volver a encontrar a Dios en la carne humilde y débil de un niño”.

En estos tiempos de zozobra e intranquilidad se nos invita a mirar el futuro con la esperanza que se expresa en las palabras finales del Te Deum: “Señor, tú eres nuestra esperanza, no quedaremos defraudados para siempre” (In te, Domine, speravi: non confundar in aeternum!).

Quien nos trae y entrega a Cristo, nuestra esperanza, es siempre la Santísima Virgen, la Madre de Dios, cuya solemnísima fiesta (Santa María, Madre de Dios) se celebra el primer día del año, el 1 de enero. Santa María es también nuestra madre, con ella siempre “antes, más y mejor”.

Además, en el 2021 contamos con la especial protección de San José porque celebramos el “Año Santo de San José”, proclamado por el papa Francisco el 8 de diciembre del año que finaliza, al que hay que unir el “Año Santo Jacobeo”. ¡El futuro no puede ser más prometedor!

Avelino Bouzón Gallego.

Canónigo archivero de la Catedral de Tui.

Párroco de San Bartolomeu de Rebordáns.

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