26 de abril de 2024

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San Isidoro
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José Antonio, emigrante retornado de Venezuela: “Dios nos ha cuidado, porque llegamos sin nada”

José Antonio, emigrante retornado de Venezuela: “Dios nos ha cuidado, porque llegamos sin nada”

Aunque originario de Ponferrada, José Antonio Fernández ha hecho su vida en Venezuela. Padre de familia, maestro con estudios de posgrado en Inglaterra y profesor de universidad durante más de 20 años, su idea era disfrutar de una merecida jubilación en su residencia de Caracas. Pero la crisis política, económica y social, la falta de garantías sociales y la escasez de productos básicos de supervivencia hizo que, al igual que millones de venezolanos, José Antonio y su esposa se vieran obligados a abandonar su tierra.

En el encuentro de familias migrantes y retornadas que el pasado 22 de diciembre organizó la Delegación de Pastoral Familiar, tuvieron oportunidad de hablar de su historia, y hoy José Antonio comparte su testimonio con todos nuestros lectores.

– Has estado la mayor parte de tu vida en Venezuela. ¿Qué has vivido allí en todos estos años?

– Estuve con los Salesianos desde los 13 años, profesé y me ofrecí para ir a Venezuela como misionero. Allá trabajé en una escuela artesanal para muchachos pobres y, viendo que mi vocación se orientaba hacia la familia, salí del seminario y me incorporé en Caracas a los Cursillos de Cristiandad. Ahí encontré a la que sería mi esposa, me casé y tuvimos 4 hijos. Yo me gradué y conseguí trabajo en una Universidad del interior, en Puerto Ordaz. Siempre pensé que uno puede ser misionero también sin ser religioso, y en eso estamos. Aquí, de hecho, estoy también en los Equipos de Nuestra Señora, y en el coro de la Parroquia del Rocío junto con mi esposa.

– Habéis hecho toda vuestra vida en Venezuela… ¿Cómo tomasteis la decisión de dejar el país?

– Vinimos en 2015, cuando ya los dos estábamos jubilados. Teníamos una posición de clase media: podíamos vivir bien, teníamos el futuro asegurado… pero de repente, vino este vendaval, esta tormenta, y nos quedamos sin ningún recurso económico. Sin posibilidad de mantenernos con una pensión después de tantos años de trabajo, ya que en 2015 el gobierno dejó de pagar las pensiones a los que salimos del país, pudimos vender la casa, y con eso logramos venir y vivir aquí al principio.

– Estamos hablando de dejar el hogar, el país, toda una vida. ¿Cómo se comienza de cero?

– Después de estar 50 años en Venezuela, lógicamente siento bastante la situación de los migrantes, porque yo soy una de las víctimas de ella. Yo no quería venir. Los hijos veían que no había salida, y gracias a Dios tomamos la decisión a tiempo: ahora no habríamos podido vender lo que teníamos, habría sido peor quedarnos allí. Para entenderlo hay que vivirlo en primera persona. Nos ha costado mucho. Hemos pasado a no tener nada, a depender de la ayuda de los demás…

– ¿Por qué España y por qué entonces?

– Nosotros no conocíamos prácticamente nada aquí en España, pero teníamos una hija aquí. Nuestros hijos habrían logrado venir antes a Europa y nos pedían que saliéramos de Venezuela. Para entonces, ya habíamos tenido problemas: a mí me habían secuestrado para robarme el coche, había pasado una operación…

– ¿Qué sucedió?

– Una tarde, venía de dar clase y fui a comprar el pan. Ya estaba un poco oscuro, y cuando voy a abrir el carro [coche], me ponen una pistola aquí [señala el costado] y me dicen: “denos las llaves inmediatamente y siéntese”. Eran dos jóvenes: uno tomó el volante y el otro se quedó atrás con la pistola apuntándome en todo momento. Empezaron a dar vueltas por un barrio marginal de la periferia, despistándome… Finalmente me dijeron “bájese, nos gusta mucho su coche; búsquese un taxi que lo lleve a la casa”. Salí dando gracias a Dios: a otros, los han matado.

– Te quedaste sin coche pero conservaste la vida…

– Exacto, conservé la vida. Después tuve una enfermedad, un fibroma en el pulmón cuyas secuelas aún debo seguir tratando. Si hubiera continuado allá probablemente hubiera muerto, porque la “seguridad social” está por los suelos: la gente se muere, no puede tratar el cáncer, un tercio de los niños con desnutrición… En un país al que le sobraban los recursos… Muy triste.

– Desde la distancia, ¿cómo ves la situación actual y las perspectivas de futuro para Venezuela?

– Veo un panorama muy difícil. En Venezuela se ha instaurado un sistema comunista que no deja el poder fácilmente. Es un sistema muy inteligente, porque ya no fusilan gente pero a los contrarios al régimen, incluso a los diputados elegidos por el pueblo, los acosan, los persiguen, son torturados, los meten en celdas sin luz. Poco a poco, van apretándoles las tuercas. Ya no importa la Constitución, sino la revolución: ahora se ve claro que no les interesa el bienestar del pueblo, sino la revolución. Chávez había prometido maravillas: que iba a promover la industrialización del país, que todos iban a tener trabajo…, pero sufrimos la deriva hacia Cuba. Es un libreto aprendido. Aunque no hay cartilla de racionamiento, dan bolsas de comida cada 15 o 20 días con un poco de harina, un poco de arroz… Y con el “carnet de la patria”, se consigue un bono de alimentación. Es un sistema muy bien planificado.

– ¿Seguís manteniendo el contacto con amigos que han quedado allá?

-Sí, nos comunicamos con ellos. Teníamos muchísimos amigos en la parroquia, sufrimos con ellos viendo lo que les sucedía a muchos, con problemas de salud y situaciones bien difíciles… Pienso en un matrimonio amigo que pueden sobrevivir con un pequeño negocio, pero sus hijos, que escaparon a otros países, les piden también por favor que salgan de allí. Otro amigo nuestro, capitán de la Marina, tuvo que pedir asilo político… Es difícil venir, abandonar todo y comenzar a vivir como un pobre. Casi todos los amigos que teníamos allá están viviendo solos; los hijos se fueron del país.

– En vuestro caso, ¿cómo os ha ayudado la fe a ver que Dios es un Padre que no os ha dejado solos?

-Dios ha sido espléndido con nosotros. Espléndido, sinceramente. Todo nos ha salido bien… Poco a poco se han ido arreglando las cosas: hemos logrado sobrevivir, alquilar un pequeño piso, nos sentimos acogidos en la parroquia… Con la ayuda de Dios, vamos saliendo adelante. Con la fe, a uno se le hace más pequeña la carga. Dios nos ha cuidado mucho y nos ha conducido por sus caminos siempre de la mejor forma.

Entrevista realizada por María del Camino Viana, Dir.a de la Sala de Prensa del Obispado

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