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El papel del periodismo tras el periodismo de papel

El papel del periodismo tras el periodismo de papel
Foto: Banco de imágenes © Pexels.

Publicado en el Atlántico Diario el domingo 19 de junio de 2022.

Indudablemente que han sido muchos los profesionales del periodismo cuya acción ha quedado incrustada, aunque no recordemos sus nombres, en la mochila de nuestra cultura personal. Varios pensadores nos repitieron esta gran verdad :“la cultura es el poso que ha quedado en nosotros tras habernos olvidado de los clásicos”.  Honestamente creo que también en ese mismo poso cultural tenemos muchos sulfitos aportados por el periódico diario.

Nuestro periódico preferido, “el diario nuestro de cada día”, ha ido alimentando cotidianamente nuestra ansiedad por saber lo que ocurría a nuestro alrededor, nos dio pistas para su correcta interpretación y, además, nos entretuvo siempre con mil historias, datos, chismes y curiosidades. Y todo eso ha servido, casi insensiblemente, para cimentar y edificar nuestro saber y nuestra personalidad. Porque no solo somos lo que comemos, que se dice, sino también lo que leemos, cuanto nos gusta escuchar y lo que hemos decidido ver.

 En los dos últimos siglos la lectura del periódico ha sido hábito y motor personal y social de nuestro desarrollo. Desde el comienzo de las democracias la prensa en general ha jugado un papel trascendente en la evolución de la sociedad. En algunos lugares por tales medios se controlaban las elecciones y los estilos de gobernar e incluso las ansias, los deseos y anhelos del pueblo; por eso se les denominó en la época y en la historia “el cuarto poder”.

 Jean Jacques Servan-Schreiber habla del poder y del influjo de los mastodontes de la prensa del siglo pasado, hoy dinosaurios desaparecidos, que desde la mismísima hora del desayuno, nos dictaban lo que debíamos pensar, hacer y de lo que deberíamos hablar en cada jornada. De ahí que los ideales políticos y los intereses económicos compraran cabeceras de periódicos para influir u obtener beneficios. Política y economía sintetizaron y absorbieron entonces los ideales de la propiedad en los medios. Es cierto que hubo luego un tiempo corto, que en realidad nunca se ha acabado del todo, en que se buscaron pingües ingresos, gracias a la publicidad, que apoyó el contar “noticias en amarillo”: historias llenas de sensacionalismo, cargadas de sangre, sexo, dinero y alcohol. 

Con la aparición del nuevo invento para comunicarse con imágenes, la televisión, y la consiguiente multiplicación de las cadenas, se invadieron los hogares; entonces las empresas de medios decidieron asociarse en grupos o “trusts” copando, en la medida de su potencial de influencias, las agencias de noticias, las emisoras de radio y numerosos medios escritos con el fin de captar y monopolizar en pocas manos la publicidad, la información y las opiniones.

Hasta que, por sintetizar y a grandes zancadas, a finales del siglo XX hemos visto cómo el periodismo empezó a cambiar sustancialmente gracias, o por culpa de, la aparición de Internet.  Ya Mc Luhan había sentenciado que “cuando se multiplicaron las fotocopiadoras, todo el mundo se hizo editor”; ahora con la facilidad de Internet en nuestros móviles, todo quisque se ha creído que es redactor jefe, a la vez que fotógrafo de prensa y director de documentales de viajes o superproducciones. Es innegable que la masiva difusión de las nuevas tecnologías fue para los medios como la invasión de los bárbaros para el imperio romano: poco a poco extendieron sus tentáculos de tal modo que empezó a decrecer la confianza en las empresas de comunicación y cayeron en picado los lectores, los oyentes y los anunciantes. Los antes confiados destinatarios del periódico y la radio huyeron de las robustas nodrizas de noticias, que hasta entonces les alimentaban, y se fueron en masa a buscar nuevas fuentes que saciasen su sed de estar al día, pero no ya cada mañana, sino a cada instante. Ahora mismo te puedes enterar de todo ya, sin necesidad de aguardar a la mañana de mañana, sino con la más absoluta inmediatez.

Pero además y desgraciadamente,  muchas personas por insensatez e ignorancia están dando a los bloguers , a los influencers y a las redes sociales en general,  la misma categoría y credibilidad que al periodismo profesional, haciendo que puedan campar  a sus anchas las fake news , los bulos, las trampas, los montajes y hasta los falsos desmentidos de las verdades. La babel de la desinformación, de la credulidad y de la apariencia se ha adueñado de las redes. Solo los más cabales siguen buscando en los periódicos -ahora todavía de papel o ya también ofrecidos en su formato online- información rigurosa y contrastada, explicaciones de las causas y efectos de lo acontecido, así como las certeras y diversas opiniones de los expertos. Es decir, hoy necesitamos el periodismo de toda la vida – mejorando aún más la preparación cultural de los profesionales-, que deben seguir presentándonos contenidos   interesantes en soportes quizá cada vez aún más tecnificados.

El periódico, seguramente con formatos distintos, todavía tiene un importante papel en la configuración de la sociedad contemporánea. Hace más falta que nunca que en adelante se nos cuente la actualidad -reitero que quizá sin el soporte papel por economía y sostenibilidad-, pero ofreciéndonos informaciones veraces y honestas, opiniones ponderadas, libres y comprometidas y entretenimientos sanos y positivos. Porque el periodismo, aunque sea digital, debe seguir siendo siempre la bandeja del mejor desayuno de la verdad y de la libertad. ¡Impagable papelón de los profesionales de ahora y del mañana!  Gracias y felicidades. 

Mons. Alberto Cuevas Fdez.

Sacerdote y periodista

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