Publicado en Faro de Vigo, el lunes 29 de abril de 2024
«Justo en el día en que en Perú se celebra a santo Toribio, ha fallecido este gran misionero», escribía agradecido a los sacerdotes de la diócesis Mons. Gilberto, sacerdote diocesano y ahora obispo en las tierras peruanas en las que, como don Alfonso Fernández Galiana, ambos se han dejado la piel, la juventud y unas marcas de altitud evangélica modélicas, ejemplares y seguramente inalcanzables.
En sábado, día dedicado a la Virgen de quien era tan devoto como su tocayo “el de Ligorio”, ha fallecido a los 90 años Monseñor don Alfonso Fernández Galiana, Prelado de Honor de Su Santidad y durante muchos años (desde 1969) el permanente canciller-secretario del Obispado de Tui-Vigo, en el pontificado de los últimos obispos de esta diócesis.
Nacido en Castrelos en 1933, fue ordenado sacerdote en Tui, en junio de 1956 y su primer destino fueron las parroquia de Priegue y vicario parroquial -se decía coadjutor (1957)- de san Miguel de Oia. Desde octubre de 1957 hasta diez años más tarde fue misionero en la diócesis de Yauyos (Perú) en la que realizó una muy intensa labor de servicio a aquellas tierras. Sus compañeros recuerdan su dedicación, generosidad y alegría desbordante a pesar de las penurias de aquellos tiempos y la dificultad de las tareas. El año 1967 regresa a la diócesis y queda “fichado” para el servicio en la Curia diocesana, que desempeña con máxima eficacia. Compagina esa dedicación con la capellanía de los HH de san Juan de Dios, primero (1967); director espiritual del colegio de la Enseñanza (1969); confesor y capellán del Monasterio de la Visitación (Salesas, 1969 y 1976); Pro- Vicario General y Director del Boletín del Obispado, así como Canciller-Secretario del Obispado, como queda dicho. En 1998 se solicitó para él el título de Prelado de Honor de Su Santidad.
Conocido coloquialmente como “don Alfonso” fue un sacerdote de mente y memoria privilegiada, de cultura enciclopédica y de sencillez y espíritu de servicio inusuales. Era de una piedad chocante e indisimulada, meticulosamente ordenado, hormiguilla trabajadora y constante; afectuoso sin afectación; agradecido siempre por cualquier pequeñez o nimiedad; empedernido lector; secretario prudente, discreto y fiel; se proclamaba siempre sacerdote y en todo sacerdote. Su nada disimulada sordera le servía para estar todavía más atento a la exactitud de los datos que gustaba de archivar con escrupuloso detalle, porque en don Alfonso incluso las limitaciones se transformaban en virtud.
Hoy, domingo día 28, a las 5 de la tarde se celebrarán las exequias; y a continuación el entierro en el Cementerio de Pereiro (Vigo). La misa exequial tendrá lugar en la concatedral basílica de Santa María de Vigo, el lunes, día 29 a las 18 horas.
Descanse en paz este gran sacerdote por bueno, cercano, servicial y ejemplar, cuya memoria y ejemplo quisiéramos archivar, en la cabeza y en el corazón, con el mismo celo y mimo con el que él ha guardado en las estanterías del Obispado los innumerables documentos de nuestra historia diocesana