El primer día del año la Iglesia celebra la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, a la que une la celebración de la Jornada Mundial de la Paz.
En su mensaje para la jornada de este año, la número 53, el Papa reflexiona acerca del don de la paz como fundamento de la esperanza y motor de nuestra acción, especialmente ante los conflictos, las injusticias y el sufrimiento de los más débiles. “La esperanza”, afirma el Papa, “es la virtud que nos pone en camino, nos da alas para avanzar, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables”. El Pontífice señala como causantes frecuentes de guerras y divisiones las actitudes de intolerancia, miedo, egoísmo y soberbia; esta lógica de la amenaza y el miedo “aumenta la fragilidad de las relaciones y el riesgo de violencia, en un círculo vicioso que nunca puede conducir a una relación de paz”. Para romper esta dinámica y construir caminos de entendimiento y de paz, hemos de buscar una verdadera fraternidad “basada sobre nuestro origen común en Dios y ejercida en el diálogo y la confianza recíproca”, ya que como afirma el Papa Francisco, “el deseo de paz está profundamente inscrito en el corazón del hombre y no debemos resignarnos a nada menos que esto”.
Este camino no se puede emprender sino con la memoria, la conciencia moral y la voluntad personal y política: “el mundo no necesita palabras vacías, sino testigos convencidos, artesanos de la paz abiertos al diálogo sin exclusión ni manipulación”.
Es, además, un camino de respeto y reconciliación, que nos invita a vivir en el perdón y “nos llama a encontrar en lo más profundo de nuestros corazones la fuerza del perdón y la capacidad de reconocernos como hermanos y hermanas”, y que nos proporciona una nueva mirada sobre la vida, sobre los demás y sobre el mundo que nos lleva a reconocer la generosidad de Dios, creador de toda vida, invitándonos a la “conversión ecológica”.
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