Artículo publicado en Faro de Vigo, el miércoles 24 de enero de 2024, coincidiendo con la fiesta de san Francisco de Sales.
«En un periodo histórico marcado por polarizaciones y contraposiciones —a las que, lamentablemente, la comunidad eclesial no es inmune—, el compromiso por una comunicación con el corazón y con los brazos abiertos, dice el papa Francisco, no concierne exclusivamente a los profesionales de la información, sino que es responsabilidad de cada uno. Todos (y no sólo los periodistas) estamos llamados a buscar y a decir la verdad y a hacerlo con caridad». Me pareció muy oportuno recordar estas palabras del papa Francisco a los agentes de comunicación, precisamente hoy que honramos y celebramos al patrono de los periodistas, san Francisco de Sales, de quien el papa destacó que vivió “amando bien”, pues a través de sus escritos y su testimonio de vida el santo obispo de Ginebra fue ejemplar en lo que hoy se entretienen en explicitar los teóricos de la comunicación y el cuidado de la imagen, diciéndonos que efectivamente «somos lo que comunicamos”. Creo yo que, más bien si somos honestos – y en ello sí que fue maestro el patrono de los periodistas-, debiera ser verdad también a la inversa: comunicamos lo que somos, exteriorizamos lo que llevamos en la cabeza y en el corazón. Una lección —dice el papa—, que «va contracorriente hoy, en un tiempo en el que, como experimentamos sobre todo en las redes sociales, la comunicación frecuentemente se instrumentaliza, para que el mundo nos vea como querríamos ser y no como verdaderamente somos».
Intelecto brillante, escritor fecundo, teólogo de gran profundidad, Francisco de Sales fue obispo de Ginebra al inicio del siglo XVII, en años difíciles, marcados por encendidas disputas con los calvinistas. Su actitud apacible, su humanidad, su disposición a dialogar pacientemente con todos, especialmente con quienes lo contradecían, le han convertido en un testigo extraordinario de lo que debe ser la comunicación y la buena convivencia a pesar de las diferencias de opinión o de credo religioso. De Francisco de Sales se pudo decir aquello de que «las palabras dulces multiplican los amigos y un lenguaje amable favorece las buenas relaciones», porque una de sus convicciones era que «basta amar bien para decir bien´. Lo cual demuestra que para él la comunicación nunca se redujo a un artificio —a una estrategia de marketing, diríamos hoy—, sino que fue el reflejo de su ánimo interior, la superficie visible de un núcleo de amor, de fraternidad, invisible a los ojos.
Francisco de Sales que en aquel tiempo ya repartía numerosas copias de sus escritos entre la comunidad ginebrina – por cuya intuición “periodística” mereció atención y fama más allá del perímetro de su diócesis y hasta nuestros días-, lograba interesar a los destinatarios de sus argumentaciones, dijo Pablo VI, porque suscitaba una lectura «sumamente agradable, instructiva y estimulante». Ciertamente si analizamos el panorama de la comunicación actual, con demasiada frecuencia, no son precisamente esas —agradable, instructiva y estimulante—, las características que adornan al artículo, al reportaje, al servicio radiotelevisivo o al post que con frecuencia nos pasan por las redes sociales.
Por ello hoy me parece un día estupendo para desear a mis colegas —decía Víctor Hugo que pensar algo bueno en presencia de Dios, es un modo precioso de rezar—, los profesionales de la comunicación, que se sientan animados e inspirados por este santo de la ternura y la conciliación, y se dediquen a contarnos la verdad con sinceridad, valor y libertad, rechazando la tentación de usar expresiones ofensivas y llenas de agresividad que nos inviten a la violencia, al amargor o al descrédito del otro por sistema.
Necesitamos en el ámbito de los medios ese estilo profesional honesto y positivo para que la comunicación no fomente el rencor que exaspera, genera rabia y lleva al enfrentamiento, sino que nos ayuden a los destinatarios de sus tareas a reflexionar con calma, a descifrar con espíritu crítico y siempre respetuoso, la realidad en la que vivimos. Felicidades y gracias.